lunes, 7 de marzo de 2016

REVOLUCIONARIOS DE TARIMA. Por Alonso Martos.


Tengo la sensación de que hacer la revolución desde un aula universitaria debe de ser, relativamente, fácil. Uno, sin despeinarse, proyecta sobre la pizarra digital la toma del palacio de invierno y después se va a tomar unas cervecitas con los colegas - porque ahora ya no son camaradas - y ... <<¡Arriba, parias de la tierra! ... es el fin de la opresión >> .

Otra cosa debe de ser cuando pisas el suelo, empiezas a ver la realidad no virtual y, a medida que aparecen las dificultades, te vas "socialdemocratizando", que para algunos es algo así como centrarse mirando hacia la derecha; y si "las condiciones objetivas realmente existentes" ponen en peligro el "sillón de mis entretelas", pues uno tira por la borda las convicciones y... tal y cual.

Fíjense en los "políticos anticasta" de Podemos: apenas han pisado el Parlamento y se han lanzado desbocados a por los sillones y las subvenciones: primero el pasto – o la pasta, que es lo mismo - y después el pacto. He aquí la “nueva política”: ante todo coherencia y mantenimiento de la palabra dada. ¿Pactar con los partidos de la casta? ¡Qué va, eso jamás, jamás, jamás! Pero claro, querían decir: “jamás ... de momento”. Ahora, ya están dispuestos a formar gobierno con la casta y “empiezan pidiendo sillones ministeriales”. Pero no cualquier sillón, no; los sillones de la vicepresidencia, defensa o los que entienden de los medios de comunicación. Parece ser que les interesan más "los aparatos de dominación y control" que los "medios de liberación"; es como si dijeran: - "para vosotros, la educación o los asuntos sociales y así lidiáis con los pobres y desharapados".

Es lo que pasa con los "revolucionarios de tarima" que, cuando se bajan de ella, se transforman en "populistas de supermercado": colman el carrito de la compra con  salarios mínimos jamás soñados, rentas básicas universales, jubilaciones a los 60 años ... y toda una serie de inmejorables intenciones - sin olvidarse de la gomina -  pero, a medida que se aproximan a la caja, van retornándolas a las estanterías porque se dan cuenta de que no pueden pagarlas. Sólo falta que se topen con los guardias de seguridad (FMI, BCE o ese gendarme llamado  "Mercados") para mostrarles el carnet del más centrado de los centros políticos; o sea, de la derecha.¡Cuánto cambio en tan corto trayecto! Con frecuencia el lenguaje de la revolución muta cuando los revolucionarios llegan al poder.


No hay que extrañarse, amigos. Podemos es un partido populista y el populismo nunca ha sido progresista ni de izquierdas, sino pura demagogia, sin ideas consistentes. Por eso no nos han de sorprender algunos comportamientos reaccionarios o de tinte fascista, como es el caso de impedir dar una conferencia en la Universidad a la valiente socialista Rosa Díez. ¿Acaso no defienden la libertad de expresión? Puede ser que su concepto de libertad esté más próximo al del "entorno etarra" - por el que ha estado amenazada la Sra Díez -  y con el que los podemistas parecen tener cierta sintonía. Basta oír cómo califican de presos políticos a terroristas que, en muchos casos, han matado a personas por defender democráticamente sus ideas. ¡He aquí los lobitos buenos del mundo al revés! 
 


También coinciden con el "progresismo nacionalista" en esto de las autodeterminaciones: parece ser que no les importaría revivir el cantonalismo decimonónico o remitirnos a los reinos medievales. ¡Todo un ejemplo de progreso! Coinciden, asimismo, con el “progresista” Francisco Franco en el asunto de la inmersión/imposición lingüística(*) en la escuela pública, que es adonde asisten mayoritariamente los hijos de los trabajadores. Los obligan, así, a estudiar en la <<lengua minoritaria, "propia" de la tierra>>  para fijarlos a ella como a los antiguos siervos de la gleba, mientras los hijos de los burgueses se educan en colegios privados trilingües. Y es que dondequiera que el populismo ha gobernado, siempre ha perjudicado a los más desfavorecidos.  

Pero esto no es todo: aunque los revolucionarios se pusieran manos a la obra y quisieran llevar a cabo un cambio radical del sistema - que eso es la revolución - no lo conseguirían, porque éste los aplastaría en un santiamén. Una cosa es la libertad de expresión y otra la libertad de acción. Entre el decir y el hacer media un larguísimo trecho: - "Ustedes hablen y digan lo que quieran, desahóguense; pero no me toquen el bolsillo, que me enfado, les mando a los Mercados y los ponen de rodillas, mirando a la pared. ¿No tenéis bastante con el ejemplo de Grecia o Venezuela?", advierte el "Sistema".

Entonces... ¿qué puede hacerse?: Reformas graduales. Hoy,  lo revolucionario no es prometer  paraísos futuros que nos remiten al "nunca jamás", mientras las personas dependientes fallecen sin cobrar las ayudas que les corresponden por ley. Tampoco es revolucionario nacionalizar los medios de producción para extender el parasitismo y la miseria, sino armar al pueblo con el poder de la cultura y el saber, que es lo único que infunde temor al "Sistema", porque el pensamiento libre no es fácilmente derrotable.

Y es que los padres de Podemos son unos charlatanes de mercadillo, vendedores de crecepelo de eficacia probada en cabezas venezolanas o griegas; son  universitarios sin experiencia: aunque con buenos expedientes académicos, empezaron de becarios, dorándole la píldora a sus profesores, siguieron de ayudantes y así continuaron hasta conseguir la plaza de profesor. Y... ¿estos que han "pisado" a otros compañeros con tanto mérito y capacidad como ellos para dicha plaza, son los que van a luchar por la igualdad de oportunidades? No saben lo que es ganarse la vida con sacrificio y esfuerzo: son, como dice Alfonso Guerra, unos "niños malcriados" que vienen a mostrarnos cómo se arregla el mundo desde la tarima de un aula. Apenas han tocado poder y - como en la Universidad -  ya practican la endogamia y el nepotismo con desvergonzada soltura, colocando a dedo a familiares y amigos.

Para desempeñar altos cargos en política hay que tener una cierta experiencia y se debe de llegar a ellos con algunas lecciones aprendidas. Para gobernar no bastan unos cuantos gestos que salen gratis, porque estamos hablando de servir, no de servirse: las buenas notas son muy importantes, pero las decisiones políticas deben tener la experiencia y la seriedad como guías porque no se puede arriesgar el dinero de los contribuyentes. Puede estar muy bien darse besos o "hablar de amor" en el Parlamento para copar las portadas de revistas y periódicos, pero estaría mejor hacer efectivos los derechos sociales, consagrados en la actual Constitución;  ya habrá tiempo para frivolidades o para  cambiar la foto del rey y los nombres de las calles.

En fin, que a los fantasmas hay quitarles la sábana y decirles claramente que, en lugar de miedo, en política sale más a cuenta infundir confianza; y eso se consigue con sensatez, moderación, realismo ...  coherencia(**), honestidad  y solvencia intelectual; y muy especialmente, resolviéndole los problemas a "la gente".



(*) No estoy en contra de la inmersión lingüística, pero sí de su "obligatoriedad". Es más, creo que es un buen método para aprender idiomas. Sin embargo, quienes se oponían a ella en tiempos de Franco,  ("por conculcar los derechos humanos", decían) hoy, son sus ardientes defensores.

¿Se imaginan, en Chile, la inmersión lingüística en mapuche? ¿Y la inmersión en sioux, en los estados de Dakota - USA -, impartiendo sólamente dos o tres horas semanales de inglés?

(**) No parece muy coherente llamar "terrorista" a Felipe González y "preso político" a Otegi.
 

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