domingo, 9 de diciembre de 2012

LA BALSA DE LAS MOLINAS O LA "VILLA JARAPA" DE OVERA. Por Alonso Martos Sánchez.



Construida a finales del siglo XIX, es probable que sea la más antigua de las balsas de Overa. La llamaban así por sus antiguas copropietarias, las hemanas Dña. Juana y Dña. Estefanía Molina Ayas, que vivían en la casa señorial cercana a la misma. Los más jóvenes la hemos conocido como la balsa de D. Pepe, por ser el heredero de la citada casa, pero en realidad, la propiedad era de los cuatro hermanos Molina Mena ( Dña. María, D. José, D. Pedro y D. Antonio).


Balsa de las Molinas en 1945. Al fondo, la casa señorial en la que vivían. En el margen izquierdo, la encina que servía de trampolín a los bañistas. Rodeada de palmeras, naranjos y todo tipo de frutales; un auténtico vergel (Foto cedida por Inés Rinaudo).

Se trataba de una hermosa alberca(1) de forma cuadrangular y bastante profunda que servía para el riego de las fincas de los citados señores. También se usaba como abrevadero de las bestias de labor o para lavar la ropa, cuando no corría el agua por la acequia.
Podría haberse llamado “la balsa del pueblo”,pues en ella se bañó toda la gente de Overa y pueblos limítrofes. Recuerdo cómo jóvenes de Zurgena, Arboleas, etc, venían a darse un baño o se paraban a darse un capuzón cuando volvían de la playa,“para quitarse la sal”,decían. No hablemos ya de Huércal, donde la mayor parte de sus gentes eran conocidos de los propietarios.

Por ese carácter popular no le caería mal el apelativo de “la Villa Jarapa de Overa”.En efecto, así conocíamos a una playa de Vera donde veraneaba toda la comarca del Almanzora y pueblos adyacentes. Se caracterizaba por una serie de chabolas construidas con unos palos y jarapas, donde hacían vida los que se podían permitir unos días de vacaciones.
Balsa de las Molinas en 1945. Las personas que miran desde el muro, tocadas con sendas "rempujas" (Sombreros de palma de alas anchas) para resguardarse del sol. El moreno no estaba de moda.
(Foto cedida por Inés Rinaudo).

En la balsa de las Molinas nos enseñamos a nadar a la manera de la época; es decir, atados a la cintura con una cuerda y llevados por algún adulto. Los flotadores eran inexistentes y se consideraba un privilegiado quien tenía un conjunto de corchos enfilados a modo de rosario que se colocaban en la cintura; que aunque no te impedían hundirte en el agua, te ayudaban a sostenerte un poco.

Pero no sólo fue un lugar iniciático en lo concerniente a la natación, sino también en lo que respecta a la geometría de las líneas y los cuerpos. Aprendimos con el interés del más aplicado de los alumnos, cómo de un año a otro las rectas se tornaban curvas; lo plano se transformaba en volumétrico. Los imberbes, en velludos adolescentes– por aquel entonces era impensable que un joven se depilase -. En esta pasarela observamos, con el rigor de un científico, el primer biquini, que si no era un escándalo para los de mi edad, sí lo era para nuestros padres. Pensemos que, para nuestros bisabuelos, era una obscenidad que una mujer enseñara los tobillos.

Así pues, acabada la escuela y llegadas las vacaciones estivales el“uniforme”dejaba paso al bañador y en pocos días estábamos más negros que el tizón. Cuando se acercaba el mediodía, conforme íbamos llegando, tomábamos carrerilla y...”el capuzón de la Virgen pura, que no me dé frío ni calentura”.Capuzón tras capuzón, cuando llevábamos un buen rato, los labios morados y dando tiritones, nos tumbábamos en el suelo pelado y cuando el astro rey nos calentaba, rebozados en tierra...“el salto de la parpalla, que se me haga la raya”. Después del intermedio de la comida, vuelta a las “nadadas”,a veces sin que transcurriera el tiempo necesario para la digestión. De ahí... “el capuzón del grajo si salgo salgo y si no al carajo”.
Joven lavandera. Balsa de las Molinas. (Foto: Henrique de Dinamarca).

Éramos unos expertos nadadores hasta el punto de capturar algunos peces de colores. Nos sumergíamos e iniciábamos su persecución y, al sentirse acosados, se refugiaban en las algas. Era el momento de coger el puñado con el pez dentro. Otra de las proezas probaba la resistencia pulmonar y consistía en cruzar la balsa por debajo del agua, hazaña que pocos conseguían, dadas las dimensiones de la misma.

Molineta.
Nos lanzábamos al agua de todas las maneras habidas y por haber: de púa, de bomba, de pie haciendo la estatua, de espaldas, de “panza”,de voltereta...Pero no de cualquier manera, sino con estilo: con mucho estilo; y desde la mayor altura posible. Es decir, desde la Molineta, que era nuestro trampolín. Me refiero a un depósito de agua de unos tres metros de altura, donde antiguamente había una molineta(2) para extraerla del pozo, aprovechando la fuerza del viento. Anteriormente, los bañistas también se tiraban desde una centenaria encina que había junto a la balsa, y para evitar un posible accidente, fue víctima del serrón de los Garro - mis amigos carpinteros - y pasó a otra vida reencarnada en pesebreras, mesas de matanza,etc.
Una habitación contigua, abandonada, hacía de vestuario - para quien lo necesitara – y nos servía a los autóctonos para escurcar los bolsillos de los forasteros y birlarles algún cigarrillo. Sólo pagaban “ese piso”(3) por compartir balsa con nosotros. En estos “vestuarios”teníamos guardada una pesada barra de hierro, con la que hacíamos levantamiento de peso para que, junto con el pan y chocolate, desarrollaran los bíceps.

Balsa de las Molinas en la década
de los sesenta.Dos chorros de vida
que hicieron de las fincas de los
hermanos Molina Mena, un lugar
paradisíaco.
(Foto: Henrique de Dinamarca).
Pero como éramos anfibios, también había actividades terrestres asociadas a la balsa. A la salida del agua, en la acequia, teníamos hecho un “bebeor”donde poníamos la red para cazar “colorines”.Mediante una sencilla arte de pesca, consistente en un alfiler doblado, un hilo y un trozo de caña, capturábamos peces de colores con el único cebo de una corteza de pan. Los aficionados a la columbicultura, contemplábamos cómo los palomos “ladrones se ligaban a las laudinas” del cercano palomar. Muchas veces hacíamos un alto en el baño y nos dedicábamos a recoger naranjilla con el fin de ganar unas pesetas para nuestras fiestas...También podíamos tener el encargo de segar un capazo de hierba para los conejos, ovejas o cabras que, por aquella época, eran frecuentes en casi todas las casas...
En fin, amigos, los baños, como su relato, también tienen su término; así que despidamos el mismo como lo hacíamos con el agua. Cuando llegaba el momento, nos dábamos el último capuzón del día: “el capuzón de Cristo, que me visto”.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
(1). Alberca:Del árabe hispánicoalbírka.Depósito artificial de agua, con muros de fábrica para el riego.
(2). Es posible que la corriente eléctrica llegara a Overa de manos del pozo de las Molinas.

(3). Era costumbre que cuando un mozo iba a rondar a las jóvenes de otro pueblo, tenía que “pagar el piso”;es decir, invitaba a una ronda de vino, aguardiente... a los del lugar.






lunes, 3 de diciembre de 2012

LOS BAILES EN OVERA. Por Alonso Martos.


"Que el fin del mundo te pille bailando..."(Joaquín Sabina).


Bailar es recrear el espacio con el lenguaje del cuerpo. Es expresar tus sentimientos con tu propio ser; experimentar con tu cuerpo todo lo que el corazón te pide.


*AFINANDO LAS GUITARRAS.

 
El baile es inherente al ser humano. Desde las épocas prehistóricas han existido danzas rituales de tipo religioso o para fomentar la fertilidad, la caza,etc.
La cristianización asoció de forma polémica y controvertida el baile, el cuerpo y el sexo. La danza era la expresión de la lascivia, mientras que por otro lado, la incorporó a algunas de sus manifestaciones religiosas.

Podemos decir también que el baile surge como una necesidad de expresión, de comunicar emociones y sentimientos a través del lenguaje corporal, de los movimientos y los gestos; unas veces sensuales, otras eróticos o pasionales. ¡Cuántas personas han declarado su amor mientras bailaban una pieza con su pretendida! Hace unos días, un amigo de Overa  agradecía a su padre que hubiera ido a la fiesta de Palacés y que su madre hubiese aceptado bailar esa pieza que fue el inicio de una relación amorosa, gracias a la cual él estaba en el mundo.

Parrandas y malagueñas, baile tradicional
del Sureste español.

Por tanto, baile y amor también van unidos: Los novios abren el baile nupcial, en el que ponen mucha ilusión, para ofrecerle a los invitados un momento único y muy personal.
En definitiva, amigos, puede afirmarse que la danza o el baile evoluciona con los tiempos pero es algo que siempre está presente en la vida, es consustancial con la naturaleza humana.
 
Mis primeros recuerdos de los bailes me remiten al bar “del Guillermo de la Lola”, en el Pilar. Allí, bajo el parral, bailaban los jóvenes de la época al ritmo de la música emitida por el “picú”. También me vienen a la memoria los bailes de ánimas que, por navidad, se organizaban en la puerta de la iglesia ... Pero bueno, vayamos por partes; no iniciemos el baile sin la música.


*SUENA LA MÚSICA: ¡QUE EMPIECE EL BAILE!

A nuestros abuelos y padres también les gustaba el baile. Habían sufrido las calamidades de una guerra y acabada ésta, las penurias y hambrunas consecuentes. Quizás por ello necesitaban más, si cabe, la diversión. En la década de los cuarenta, sólo en los días festivos, las mujeres y hombres de Overa organizaban los bailes en las eras , en casas particulares y en el bar, si lo había. Bailaban parrandas y malagueñas principalmente, al son de instrumentos de cuerda, casi siempre, guitarras, bandurrias o laúdes y tocados tanto por hombres como mujeres; aunque éstas fueran minoría.

El nombre de parranda viene del árabe y significa jolgorio. Es un baile alegre, elegante y vistoso, muy popular en el sureste español. Tiene su origen en las seguidillas y es una danza de ritmo ternario. Consta de tres coplas y un estribillo, acabando con lo que llaman retal o cadencia final. Las letras suelen ser graciosas, satíricas,“picantes”,etc. Para muestra, un botón: “A mí me gustan las brevas/¡Vaya una tontería!/Las blancas las quiero tiesas/ y las negras, retorcías”. O esta otra: "Ayer pasé por tu puerta/ y tu madre me dijo feo/ Otra vez que me lo diga/ saco la picha y la meo".

Baile de parrandas en la presentación de Overa Viva.
Cuando las eras quedaban despejadas de la parva, en las claras noches de verano, sin más luz que el reflejo lunar, los mozos y las mozas – éstas siempre acompañadas por algunas madres – formaban grandes corros con el único asiento de las tablas de la boquera puestas entre dos sillas, en el mejor de los casos.
En invierno, tocaba refugiarse en alguna casa que tuviese alguna dependencia un poco amplia, aunque también contaba tener hijas casaderas. A la luz de candiles, quinqués o faroles danzaban nuestros ancestros; situados en dos hileras enfrentadas, moviendo brazos y manos con la gracia que saben hacerlo en nuestra tierra, hombres y mujeres intercambiaban pasos y posiciones al ritmo de guitarras y castañuelas.
Para el relevo, no había problema: las mujeres solían retirarse a la tercera copla y los hombres se cedían el lugar a petición del interesado en bailar.
Por Navidad, se celebraban los bailes de ánimas, en la plaza de la iglesia parroquial y en la de la ermita de la Concepción. En esta última había gran afluencia de gente de Palacés y del resto de Overa. Tal era su éxito que se hacían por la mañana en dicho lugar y por la noche, en casas particulares.
Dentro del repertorio de la Cuadrilla de Ánimas estaban las parrandas y los trovos o el arte de la improvisación. Eran bailes de puja, donde lo mismo se ofrecía dinero para que un “bailaor”entrara como para que se quitara. La recaudación era cuantiosa, pues entre los mozos se producían ciertos “piques”por bailar con las muchachas y hacían fuertes pujas.
El único reactivo para animar al personal era el porrón de aguardiente que debía circular sin muchas pausas. De lo contrario, se podía provocar una trova como la que sigue: “Que yo no canto más/porque me duelen los dientes/pues no veo pasar/el porrón de aguardiente.”


Jóvenes paseando por el Puente de Hierro.
Nuestros padres continuaron la tradición, pero dieron un paso más. En el barrio del Pilar, ya en los cincuenta y con electricidad, comenzó a sonar el llamado “picú”del bar “del Guillermo de la Lola”(D. Guillermo Fernández): “Hay quien dice de Jaén que no es su tierra andaluza...”
Se trataba de un altavoz atado a un palo del parral que había situado en el solar contiguo al bar, conectado al tocadiscos. Canciones de Antonio Molina... pasodobles, la bamba, el chachachá, la pachanga... Coplas diversas amenizaban las veladas de nuestro progenitores.
Por entonces era costumbre que los jóvenes de Los Menas fueran de paseo hasta el puente de hierro en Santa Bárbara, pasando - ¡cómo no! -por el bar “del Fuentes”(D. Miguel Fuentes).
También los de la Concepción se daban sus paseos: desde la Ermita hasta “el paraor”,unas veces; en otras ocasiones tomaban el camino de Palacés, con cuyas gentes siempre ha habido una relación fraternal.
Los jóvenes intentaban acercarse a las mozas que pretendían, ponerse a su lado para poder hablar con ellas. Era costumbre que ellas fueran en filas, por lo que las situadas en los extremos eran más asequibles; existía así una posición táctica en función de qué galán se acercara al grupo; si no interesaba, la chica se colocaba en el centro.
Igual pasaba en los bailes: la silla situada al lado de la moza quedaba vacía si ésta preveía el acercamiento de su “príncipe”.De ello da fe un “cantaor parrandero”:“Como tonto me senté/al lado de una bonita/saqué tabaco y fumé/y le dije: - señorita/si usted quiere volveré”.
Generación Yé - Yé. Baile "ca la Francisca de Ruperta".
 
Avanzamos un poco y la siguiente hornada podríamos calificarla como los jóvenes Yé–Yés. La música yé–yé tuvo su origen en Francia y supuso una novedad en muchos aspectos : mayoritariamente eran chicas que se vieron reflejadas en cantantes tan jóvenes como ellas, con canciones que trataban temas de la adolescencia (el primer amor...). Vestían de forma provocativa para la estricta moral franquista y en definitiva, querían vivir como decía la canción de Karina: “En un mundo nuevo”.
Estos jóvenes hicieron la transición de las parrandas (que, si las bailaron, fue sólo en los bailes de ánimas) a los Beatles , que disfrutaron ya maduritos.
Todavía bailaban canción española (pasodobles, Manolo Escobar, etc.), layenca, la chica yé-yéde Concha Velasco, el Lalalade Massiel, canciones del Dúo Dinámico...
Siguieron yendo a la “Puerta del Fuentes y al bar de Guillermo”para volver con la luz de la Luna: a ver si podía caer alguna caricia, algún “besico”...¡Dejemos a la imaginación que complete el párrafo!
Pero también hacían baile en el bar “del Chaupi”(D. Juan Parra), en el bar “del Miguel el Granaero”(D. Miguel Valera), en casas particulares :”Ca la Francisca de Ruperta...Ca la chacha María”...Algunas“púas picantes”les pusimos los de mi pandilla; y buenas pasadas de correr nos dieron por las paleras cercanas...
Allí, el baile suelto sólo lo bailaban las chicas; los muchachos mientras observaban y decidían a qué par de doncellas se lo solicitarían. Porque en esta época las parejas de mozas iniciaban el baile“agarrao”y tocaba a los mozos ir a “partir la pareja o pedir baile”. El par de demandantes se formaba en función del tilínque le hicieran las chicas. Si aceptaban la petición, era buena señal: podía ser “el principio de una gran amistad”.La negativa no era, forzosamente, un rechazo sino que podía ser un pequeño ajuste de cuentas por una “mirada a otra”o simplemente para encelar más al pretendiente. Porque como dice Joaquín Sabina “hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no(...)/ hay mujeres que empiezan la guerra firmando la paz” (…)
Claro que con una sucesión de noes podías empezar a pensar en que “de alguna manera tendré que olvidarte...”

Baile "ca Teresa la Tobala".
En los setenta, los que ahora rondamos los cincuenta y cinco (Pocos más o menos, ¡que entre tantos no importa!), no bailamos parrandas – aunque nunca es tarde– pero sí pasodobles, rumbas, el porompompero, etc, sobre todo en las fiestas de los pueblos.
En los primeros tiempos también pedíamos baile y partíamos las parejas, pero pronto desapareció esta práctica.
Fuimos los últimos en ir a la “puerta del Fuentes con el cartucho de pipas de la Melchora”.El paseo fue sustituido por las reuniones en “los Poyos de la Iglesia”.¡Ay, amigos! Aunque los recuerdos suelen contarnos algunas mentiras,“el viento me trae aromas de... noches de bohemia y de ilusión”.Noches de guitarra y cante,“ noche andaluza, de luna llena.../roce de sombras por la piel, ala fugaz/noche de amor, noche de sur..”.Y entre canción y canción, un trago; el surtidor estaba cerca: “El Bar del Chaupi”.
Era el cuartel general, donde se planificaban los asaltos a los panizos para asar panochas, a los melonares o a los camiones de los placeros que los transportaban.
Todavía no habían bajado las dos manos
a la cintura de la moza.
Los veranos nos visitaban jóvenes de ciudad, españoles o de otros países. Aunque los lugareños no estábamos en la luna, nos ponían al tanto de los últimos avances en lo que toca al“tocar”...Nosotros les mostrábamos el camino del pago o la “verea de los álamos”:“La luna se levanta tiento a tiento (…)/ Quejío.../Alborea dentellada de seda/ no niego que te he querío/ ¡Ay! Alameda, ¡ay! Alameda.”Les enseñábamos cómo se “desnuda”y se asa una panocha. Y después del calor del fuego y los tragos de anís dulce, tocaba una visita a la balsa de moda. ¡Buen sitio para un intercambio de experiencias! Claro que no siempre el bañador estaba a mano, por eso... “Si supieras lo que veo desde aquí...entre tú y yo ha surgido un resplandor”. La verdad es que estábamos más pendientes de “nadar”que de guardar la ropa.

Bailamos algunas navidades en Santa Bárbara, en el bar de Ana Josefa... o en el bar “del Miguel”.Pero el bar de nuestros bailes fue el “de la Julia”.
También organizamos algunos en casas privadas: “Ca Teresa la Tobala”...y “Ca la chacha María”,por donde han pasado y aún pasan todas la generaciones.
Ahora bien, dimos el paso de la “ruptura”,barrimos algunas cosas del pasado para afirmar nuestro presente. Por eso Los Sírex necesitaban tanto la escoba: “Si yo tuviera una escoba...¡Cuántas cosas barrería!”.Nuestra música fue el rock y el pop: The Beatles, The Rolling Stones, Creedence Clearwater Revival...Los Brincos, Los Bravos...
Empezaron las discotecas, el autoestop, los pelos por los hombros, largas patillas, los pantalones de campana... las minifaldas, los biquinis...en definitiva, la época hippie. El sueño del adolescente era formar un“Conjunto”(Grupo musical) y tener todas las chicas a sus pies...
Un acontecimiento característico de esta etapa fue la creación del Club “La Gatera”en la casa de Mariquita (situada en el rincón que forman las casas de D. Antonio Molina y D. Vicente Mena).
Paredes forradas con papel de embalar, pintadas a “chufletones”con una “máquina de flix”de matar moscas, una piel de culebra, la calavera de un burro con una bombilla en cada ojo (roja y verde, intermitentes). Los jinetes del Apocalipsis pintados por un incipiente artista; nuestro amigo, el pintor y profesor, Diego Bonillo. En la chimenea, los retorcidos palos de algarrobo con una luz roja, simulando el fuego de la lumbre o de la adolescencia...
Guateque en casa de Inés Gómez. Para celebrar
cualquier evento(Cumpleaños, santo, etc) era
frecuente hacer baile en casas particulares
e invitar a una cuerva.
El tocadiscos del amigo Juan Parra, “El Chaupi” hizo girar los sencillos y LP de los grupos de moda, anteriormente citados. Primero las “canciones rápidas”para calentar el ambiente y después, las lentas. La estancia en penumbra, sólo alguna luz roja, como nuestro encendido corazón, las canciones: ”Y mis manos en tu cintura/pero mírame con dulzor/porque tendrás la aventura/ de ser tú, mi mejor canción (...)” de Adamo; “Samba pa ti”de Santana...”Noches de blanco satén”de The Moody Blues.
 
Dos novedades características del momento: la penumbra y las dos manos en la cintura de las muchachas (antes sólo una) , lo que hacía que se redujera la distancia entre las personas que formaban la pareja de baile. Se reducía tanto como la chica permitiera, porque a los mozos no nos importaba que no corriera el aire por medio.
Como diría la canción, “lo nuestro acabó”y los que nos pisaban los talones crearon otro Club en la casa de“Juanica”,ya desaparecida. Recuerdo los techos forrados con hueveras de cartón...
Bailando en el Sureste.
Bailamos en todas las discotecas de la zona pero también lo hicimos en El Molino, El Dandy, El Sureste, el bar “del Juanito”....y ahora, seguimos dándole alegría a nuestro cuerpo en Mapetan Pub.
Y como decía la canción de los Módulos, “Todo tiene su fin”, “siento que ya llegó la hora”de concluir porque el bailar también cansa y prefiero dar entrada a otro “bailaor”.¡Que siga la música!
Pero antes de cerrar, quiero deciros que la juventud es una etapa indefinida (habiendo jóvenes muy viejos y viejos bastante jóvenes) y como no soy quién para conceder jovialidad ni decirle a nadie el grupo en el que debe situarse, que cada cual se coloque donde más cómodo se encuentre, que los años no hay quien los quite; y que esperando vivirlos lo mejor posible, podamos decir:
-”¡QUE NOS QUITEN LO BAILAO!”