domingo, 12 de enero de 2020

OVERA, TIERRA DE FRONTERA. Por Alonso Martos.


Amanecer en Overa. Foto: Lola Zurano.

Cuando los overenses  viajamos por otras tierras de España, suele ser frecuente que, por nuestra forma de hablar, nos confundan con los murcianos. Y es que hablamos una variedad del castellano que podríamos denominar andaluz-murciano o murciano-andaluz. Se trata de una modalidad lingüística, localizada en el sureste español, con un acento característico y un léxico común que se nutre de catalanismos, aragonesismos, murcianismos y algunas aportaciones del caló o romaní ibérico. Pero no sólo nos une el habla, sino que entre un murciano occidental y un overense encontraremos pocas diferencias en cualquier manifestación cultural: folclore, costumbres culinarias, etc.

Aunque, hoy, administrativamente somos andaluces, no siempre fue así y en muchos aspectos nos salen por encima del pelo nuestras raíces e influencias murcianas. Porque, históricamente, Overa y Huércal han pertenecido al ámbito político-administrativo de la región murciana.

Si nos remontamos a los comienzos de nuestra era, veremos que en tiempos de los romanos no pertenecíamos a la Bética, sino a la provincia Tarraconense. Parece razonable pensar que algunos topónimos cercanos nos indiquen que esta comarca almanzorí era zona fronteriza, situada en el filo o límite entre provincias: tales serían las denominaciones de Filabres o de Fines.

En los primeros tiempos de la invasión musulmana, nos mantuvimos bajo el paraguas del reino visigodo de Teodomiro en el levante peninsular. Y aunque pronto pasamos a formar parte de Al-Ándalus, también fuimos zona fronteriza a partir del siglo XIII, bajo el dominio nazarí de Granada.

Cuando, en 1488, estas tierras pasan a manos cristianas, los lugares de Overa y Huércal fueron donados a Lorca por los Reyes Católicos, como remuneración por los servicios prestados a la corona durante las guerras de conquista. Así, pues, nuestra tierra fue lorquina hasta el último tercio del siglo XVII (1668) en que compró su independencia, creándose el municipio de Huércal y Overa. No obstante, en el ámbito eclesiástico, seguimos perteneciendo a la diócesis de Cartagena hasta la segunda mitad del siglo XX.

Y por si esto fuera poco, tras la derrota de los moriscos y su posterior deportación - 1570 -  los citados lugares fueron repoblados, mayormente, con personas provenientes de Lorca y otras zonas del Reino de Murcia.

Se entiende, por tanto, que en los albores de la pasada centuria, García Asensio escribiera que <<...nuestros abuelos consanguíneos son la mayor parte de Lorca y de la provincia de Murcia. Por lo tanto: nuestra historia es la misma ... en casi todo el curso de las pasadas edades...
Y es tan fundado lo que decimos, que nuestro contacto y comunicación con Lorca y Murcia es frecuente, expansivo y fácil, que lo efectuamos siempre con gusto y placer, no solo por las razones consignadas, sino además por su gran rapidez y comodidad - hora y cuarto á Lorca y tres á Murcia, en ferrocarril - mientras la ida á Almería es puramente del carácter necesario y obligatorio y, como tal, molesta, pesada y gravosa, pues por la via más breve se invierten 15 ó 16 horas de mal coche y peor carretera, porque aunque hay ferrocarril por Baza y Guadix, á más de costosísimo, resulta el recorrido pesado, con molestos trasbordos y largas interrupciones>>. (1)

Vemos, pues, cómo ya siendo andaluces, mantuvimos una relación fraternal con nuestros vecinos murcianos.

En la primera mitad del siglo XX era frecuente ver a los arrieros overenses dirigir sus carros, cargados con los productos de nuestra huerta, hacia el mercado lorquino. Tiempos después, también era usual que los de mi generación cogiéramos  el autobús "la Alsina" o el tren para ir de tiendas a Lorca. Por esa época, en nuestro municipio, había tantos coches o más con matrícula de Murcia que de Almería. No en vano la distancia que nos separa de la provincia murciana ronda los 20 kms.

Para concluir, cabría añadir que cuando en el referéndum de 1980 los almerienses tuvimos la ocasión de mostrar nuestro fervor andalucista, éste sólo supuso el 42,07 % del total de electores, habiéndose producido una abstención de casi un 49 %.  Así, pues, Almería tuvo que ser incorporada con calzador a la Comunidad Autónoma de Andalucía. Y aunque nos sintamos andaluces, podría decirse que más bien somos levantinoandaluces, o si se quiere, los otros andaluces.

(1) García Asensio, Enrique: Historia de la villa de Huércal-Overa y su comarca. (Murcia, 1910). Editada por el Ayuntamiento de Huércal-Overa.