(...) "Habría que preguntarse si la celebración de la semana santa de Andalucía, cada año, contribuye al
saneamiento global de esta
sociedad, es decir, si la semana santa andaluza es liberadora o
alienante. Y la respuesta es la siguiente: la semana santa será
liberadora a condición de que no se ejerza una manipulación con
pretensiones alienantes, ni en su dimensión social ni en su
dimensión simbólica. Y ¿cómo pueden ser manipulados estos
aspectos? Veámoslo.
1 - LA MANIPULACIÓN SIMBÓLICA.
Esta se ha dado por la interpretación que se ha propuesto y difundido de la temática de la muerte de Jesús. La teología tradicional de la muerte de Jesús (asimilada hondamente por la masa popular) ha insistido en la muerte de Jesús, dejando casi ausente la resurrección; se ha insistido en la necesidad de la muerte de Jesús como un sacrificio expiatorio al Padre, por los pecados de los hombres; consecuentemente se han exaltado el sufrimiento y el dolor como un valor en sí mismos que hay que admirar e imitar; la vida y la muerte de Jesús -y consecuentemente- la del cristiano se han planteado de una manera ahistórica, sin situarla en sus coordenadas espaciotemporales y sociopolíticas y, por lo tanto, sin estar condicionada ni condicionar el aquí y el ahora. En los males de Jesús no se ve el abuso de poder y la confabulación de los poderes religiosos y políticos en contra de un hombre que se alza en defensa de los pobres, de la verdad y de la justicia. Su muerte no se analiza como un crimen injusto, ante el que cualquiera se sublevaría, sino como un sacrificio ritual, que es necesario y que el hombre tiene que agradecer. La actitud de Jesús que esta teología pone de relieve -y que se expondrá como ideal ascético al hombre- será su entrega resignada a la muerte, sin más, y no su enfrentamiento valiente, hasta la muerte, contra los poderes injustos, aun arriesgando su vida por solidarizarse con los demás, y confiando por encima de todo en el Padre que da la vida a los muertos y reúne a los hermanos.
1 - LA MANIPULACIÓN SIMBÓLICA.
Esta se ha dado por la interpretación que se ha propuesto y difundido de la temática de la muerte de Jesús. La teología tradicional de la muerte de Jesús (asimilada hondamente por la masa popular) ha insistido en la muerte de Jesús, dejando casi ausente la resurrección; se ha insistido en la necesidad de la muerte de Jesús como un sacrificio expiatorio al Padre, por los pecados de los hombres; consecuentemente se han exaltado el sufrimiento y el dolor como un valor en sí mismos que hay que admirar e imitar; la vida y la muerte de Jesús -y consecuentemente- la del cristiano se han planteado de una manera ahistórica, sin situarla en sus coordenadas espaciotemporales y sociopolíticas y, por lo tanto, sin estar condicionada ni condicionar el aquí y el ahora. En los males de Jesús no se ve el abuso de poder y la confabulación de los poderes religiosos y políticos en contra de un hombre que se alza en defensa de los pobres, de la verdad y de la justicia. Su muerte no se analiza como un crimen injusto, ante el que cualquiera se sublevaría, sino como un sacrificio ritual, que es necesario y que el hombre tiene que agradecer. La actitud de Jesús que esta teología pone de relieve -y que se expondrá como ideal ascético al hombre- será su entrega resignada a la muerte, sin más, y no su enfrentamiento valiente, hasta la muerte, contra los poderes injustos, aun arriesgando su vida por solidarizarse con los demás, y confiando por encima de todo en el Padre que da la vida a los muertos y reúne a los hermanos.
Y
aquí está patente la manipulación: lógicamente la identificación
que se produce en la experiencia simbólica (identificación con el
héroe que produce y encarna los valores) no causa, en el caso de la
semana santa, sino la resignación con el orden establecido
(divisiones, injusticias, clases, privilegios, pobreza), en vez de la
subversión; colorismo y masoquismo en vez de deseo de vida.
Sin
esta manipulación de la interpretación de la muerte de Jesús
(teología) por parte de los poderes religiosos y políticos, aliados
en esta empresa, los efectos simbólicos de la semana santa serían
diferentes: La «memoria de Jesús», como dice el teólogo J. B.
Metz, sería «peligrosa» . Si la identificación fuera con otra
identidad de Jesús, mucho más acorde con una correcta teología,
los efectos de la semana santa serían el predominio de la victoria
de Jesús en su resurrección, la subversión ante los poderosos, el
paralelismo entre los pobres, desposeídos, marginados y oprimidos
del pueblo de hoy, en Andalucía, y aquellos con los que él se
solidarizó y por los que murió, entre los seguidores del Maestro y
los cristianos de hoy, entre los líderes de entonces y los de hoy,
etc. (...)
2 - MANIPULACIÓN SOCIAL.
(...) El ritual de la semana santa es un capital simbólico
que es valorado por la masa y que les atrae y concentra. Las personas
o grupos que tienen o buscan el poder económico, o de prestigio o de
clase, intentan meterse en la semana santa, a través de las
cofradías, para hacerse con el monopolio de su gestión y orientar
ese capital y esa influencia sobre la masa, para acrecentar ese poder
y prestigio propio y utilizarlo al servicio de sus intereses. Se
trata de un verdadero secuestro del ritual. Cuando las cofradías
dejen de estar secuestradas por los poderosos (dinero y prestigio),
para pasar a manos del pueblo, las virtualidades sociales del ritual
serán un cauce de participación, creatividad y ejercicio de la vida
social y no -como es de hecho, en la mayoría de los casos- un
hacerles el juego a estos poderosos, que dan a cambio «pan y
espectáculos» a personas, grupos y masas que se sienten tocadas por
el ritual, en fibras muy hondas de su ser. Se habla a veces que la
semana santa es algo turístico. En efecto, el turismo, que está en
manos de estos grupos de poder, sería una forma de manipulación del
ritual, sin tener en cuenta al pueblo y su cultura.
Sólo
acabando con esta manipulación del ritual por los poderosos,
devolviendo el ritual al pueblo, la semana santa andaluza dejará de
ser un fenómeno de justificación y reforzamiento del estado de
cosas, reproduciéndolas y conservándolas, y no será una
experiencia conservadora, elitista y consumista, sino participativa y
popular, que hace vivir, revivir y transformar la sociedad, es decir,
un fenómeno revolucionario, una fiesta liberadora, inspirada en
Jesús de Nazaret, el liberador.
¿Es
esto posible? Se trata de una revolución sociocultural lenta, que no
se hace por decreto ley, sino por el trabajo de cambio sociocultural
que el pueblo mismo lleva adelante, alentado y guiado por sus agentes
religiosos y socioculturales".
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(*) Rafael Briones Gómez: LA SEMANA SANTA ANDALUZA. Universidad de Granada. Publicado en Gazeta de
Antropología.