viernes, 30 de octubre de 2020

LA GANADERÍA EN OVERA. Por Alonso Martos Sánchez.

Rebaño de ovejas. Al fondo el <<Cortijo del Aire>>. Foto: J. Pardo.

Tradicionalmente, Overa se ha asociado a los aromas de azahar de sus frondosos naranjales; a sus esbeltas palmeras y árboles de gran porte; a los robustos maizales de sus pagos; al bullicio y variados cantares de los pájaros o a los sonidos del agua que discurre por las acequias.  En definitiva, a su verde paisaje por el que ha sido considerada como un <<refrigerante oasis>>.
Sin embargo, hemos de saber que, hasta hace muy poco, la ganadería ha constituido el otro pilar básico de la economía overense, predominando en algunos períodos históricos sobre la agricultura. Y es que la actividad pecuaria tuvo una gran importancia en nuestra tierra desde épocas pretéritas. 
Durante las luchas por la reconquista del reino nazarí granadino, la movilidad del ganado se adaptaba mejor a una tierra de frontera donde las razias de los bandos enfrentados eran frecuentes.
Ya bajo dominio cristiano, los moriscos continuaron con sus pequeños rebaños, teniendo incluso, algunos pastos privativos o zonas de uso reservado para los vecinos de Overa y Huércal. Eran las llamadas Redondas, que en 1573 fueron descritas por varios testigos ante el juez del Consejo repoblador, Sr. Antón de Pareja, aseverando:<<Que dichas villas tienen pasto común con la ciudad de Vera, excepto en un pedazo de hera que llaman La Redonda, y está en dos partes, una para el aprovechamiento de Güércal y otra para Overa>>. (1)
Ahora bien, quizás lo más relevante fue que a partir del siglo XVI, empezaron a venir de otras latitudes los llamados <<señores del ganado>> con grandes hatos que invernaban en nuestra localidad. Y es que, tras la deportación de los moriscos, sobrevino una gran despoblación en la zona, por lo que la mayor parte de nuestras tierras quedaron incultas, dedicándose a pastos. De la importancia de los mismos dan cuenta las constantes desavenencias y pleitos entre Lorca y Vera para hacerse con su control y administración, ya que los ganados foráneos debían registrarse y pagar al Concejo una tasa por los pastos - el herbaje -, lo que suponía una apetitosa fuente de financiación municipal.
Precisamente, por los registros de los herbajes podemos saber que durante siglos nos visitaron ganados de la comarca de los Vélez, de los altiplanos granadinos de Guadix y Baza, de Huéscar o de lugares tan lejanos como Chinchilla (Albacete) y la Serranía de Cuenca. Testigos de la trashumancia ganadera en la Ballabona son los aljibes  abrevaderos del Campico o del Algarrobo.
Sería después de la Guerra de la Independencia cuando, por los efectos de la contienda y la crisis en la exportación de lana, este tipo de trashumancia de los <<señores del ganado>> fue decayendo progresivamente hasta desaparecer a mediados del XIX. (2)
Con todo, podemos afirmar que los ganados foráneos de municipios próximos siguieron demandando nuestros pastos, como nos informa la historiadora Dolores Pérez Cuadrado (3), refriéndose a los rebaños de Lubrín o un poco más alejados, como los de Serón.
No obstante lo antedicho, nos consta que  después de 1850, la actividad ganadera tuvo gran importancia en nuestro municipio; de ello dan testimonio las sucesivas Actas capitulares, que nos muestran el persistente interés del consistorio huercalense por delimitar y preservar las vías pecuarias, así como la regulación de algunas actividades que pudieran perjudicar a los ganados.
Todavía en la segunda mitad del pasado siglo algunos propietarios de las tierras montuosas situadas entre la Saladilla y el Duende, en la Concepción, vendían los pastos a los ganados de localidades cercanas.
En nuestros cortijos era frecuente que hubieran pequeños hatos que complementaban los ingresos de la actividad agrícola y, en otros casos, el ganado podía constituir la dedicación principal, de la cual dependía la subsistencia de la familia.
Entre estas familias, muy relacionadas con la actividad ganadera, cabe mencionar a los Venteros, que además de ser marchantes de ganado, poseían rebaños con un considerable número de cabezas en sus cortijos y tierras de la Ballabona.
De los últimos pastores, propietarios de sus rebaños, recuerdo con mucho cariño a mi buen amigo Tomás el Poniente (D.Tomás Zurano) o a mi entrañable pariente D. Blas Parra Ortega. 
Overa era lugar de paso, donde sus fuentes y nacimientos servían de abrevaderos, por lo que aquí confluían varias vías pecuarias. De esta época pastoril conservamos algunos topónimos como la Cañada del Santo, paralela al camino de Lubrín, por donde subían los ganados que se dirigían al mercado de Huércal. Su denominación podía deberse a que, como era frecuente en otros tiempos, hubiese alguna hornacina con algún santo en la intersección del camino de Lubrín con el camino real que recorre longitudinalmente Overa, desde Santa Bárbara hasta Los Navarros y el límite con Zurgena. Tampoco hay que descartar que tal apelativo se debiera al apodo de El Santo, por el que se conocía a un importante y destacado ganadero lubrinense, afincado en la Ballabona, y asiduo usuario de esta vía pecuaria.
Otra servidumbre de los rebaños era la Cañada del Vicario, junto a la rambla de Almajalejo, que debía su nombre al propietario de las tierras por las que discurría, un sacerdote vicario de la familia de los Mena, y cuyas posesiones ya figuraban en el Catastro de Ensenada de 1750-54.
La cabaña ganadera se completaba con las bestias de labor – caballos, mulas y asnos - dedicadas a las faenas agrícolas y al transporte, y también algunas cabezas de vacuno, más fuertes y resistentes en las labores del campo: arar o tablear.(4)
Cabe añadir, por último, que la cría y engorde de cerdos y otros animales de corral (Aves y conejos principalmente) suponía un importante complemento en la economía doméstica pues, aparte de la carne, huevos o pieles, su venta suponía unos ingresos nada despreciables para las familias.
Asociados a la actividad ganadera, había una serie de oficios, cuyos profesionales merodeaban con frecuencia por nuestros cortijos. Tal era el caso de los recoveros, que compraban los huevos; los esquiladores, que cortaban el pelo a las bestias o la lana a las ovejas; los capadores, que castraban a los cerdos; los gallineros, que al grito de <<¡A los pollos y las gallinaaasss!>>, se presentaban ante los cortijeros para comprarles estas aves junto con los pavos, las palomas y los conejos. Y para no alargar la lista, citemos, por último a los marchantes o tratantes de ganado que, como indica su nombre se dedicaban, principalmente, a la compraventa de ovejas y cabras.
Los últimos marchantes de los que tengo memoria fueron los overenses Bartolo el Guarda (D. Bartolomé García) y Leoncio de la Terrera (D. Leoncio Asensio), muy apreciados y grandes amigos de mi familia, a los que recuerdo vestidos con aquellos negros blusones de marchante, yendo de cortijo en cortijo en busca de reses. Eran expertos en el trato y en el arte del regateo, de palabra fluida y convincente, cuyos contratos se resumían en un apretón de manos, garantizados por el valor de la palabra dada. Éstos asistirían después a las ferias y mercados de ganado a hacer negocio con los animales adquiridos. Entre los mercados de nuestra comarca destacaban por su importancia el de Albox, seguido del mercado de Huércal, donde aún hoy queda constancia del mismo en la denominación de la calle Mercado, que pasa por el lugar donde se celebraba tal evento.
Cabe añadir, para finalizar, que en la actualidad, las pocas personas que se dedican a la cría de ganado, lo hacen en granjas o de forma estabulada, abandonando así los usos y maneras tradicionales.
Hoy apenas podemos ver pastar por nuestros campos a un rebaño de considerable tamaño, que se encuentra en el cortijo de la Terrera.

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(1) <<Que la Redonda ... será media legua cuadrada de tierra, la cual se toma por ejido acotado; que en él no podía entrar el ganado ovejuno, que se nutría de hervage, si no solamente el bestial y ganado de los vecinos, aunque algunas veces, por voluntad del Concejo, se vendían para gastos de la república y que en lo demás, como dicho y declarado es, hace pasto común con Vera, no habiendo otros montes ni baldíos...>>. (GARCÍA ASENSIO, Enrique: Historia de Huércal-Overa y su comarca. Murcia, 1908).
(2) DÍAZ LÓPEZ, Julián Pablo: La trashumancia en el sureste peninsular durante la época moderna. Universidad de Almería.
(3) PÉRZ CUADRADO, Dolores: Condiciones de vida de la población almeriense, 1850 - 1930. Almería, 2010.
(4) N. del A: Tablear. Igualar la tierra con la atabladera, después de arada o cavada.