miércoles, 13 de noviembre de 2013

PERSONAS DE "COLOR". Por Alonso Martos.


A los niños de mi generación nos enseñaron en la escuela que, según la clasificación de Lesson, las razas humanas eran tres: blanca, amarilla y negra.

Hoy se considera que las razas humanas  no existen o que todas las personas pertenecemos a la misma “raza”.

La mayoría de la gente tiene la piel morena. Que los europeos del norte sean muy blancos o los centroafricanos muy oscuros, es el resultado de procesos adaptativos relacionados con el clima y la incidencia de los rayos solares. Por tanto, parece lógico pensar que hace miles de años todos serían morenos.

Por otro lado, aunque convencionalmente llamemos colores al blanco y al negro, parece ser que físicamente no lo son.

Pues bien, con cierta frecuencia escucho la expresión “personas de color” para referirse a individuos de piel negra o muy morena. O sea, lo que siempre hemos entendido como personas de “raza negra”. Porque si a usted le dicen que un “atleta de color” ha ganado la carrera de los cien metros lisos, seguramente entenderá que la ha ganado una persona de piel negra, no un oriental o un blanco. O ¿es que habrá quien piense en una persona azul o verde?

Entonces, ¿a qué viene el eufemismo? Parece ser que algunos creen que es ofensivo, duro o malsonante llamar negro a un negro. Pero, ¿por qué ha de serlo? ¿Acaso lo es llamar blanco a un blanco? Pienso que objetivamente, “el pecado no existe; sólo está en la prejuiciosa y pervertida mente del moralista”. Y si alguien lo dice con intención de ofender, es que tiene las luces más cortas que las mangas de un chaleco y, además, es un un xenófobo y un racista.

Si yo fuera “negro” no me gustaría que se dirigieran a mí como una “persona de color”. Es lo que le pasa a Cécile Kyenge - la primera ministra negra en la historia de Italia - quien indicó a los que dudaban si llamarla ministra de color o afroitaliana: - “No, yo no soy de color; yo soy negra”. Nada de andarse por las ramas de la cursilería; al pan, pan... La ministra de integración también aclaró que los insultos racistas no le afectaban, porque su objetivo era demostrar a los inmigrantes que ellos también podían salir adelante.

Aunque pienso que los defensores de esta especie de “asepsia del lenguaje” lo hacen con la mejor de las intenciones, también creo que no siempre aciertan en sus propuestas; por tanto, me niego a seguirlos de forma acrítica. Y he de confesar que algunos de esos creadores del lenguaje políticamente correcto, esa especie de “macarras de la moral lingüística” que diría Serrat, me ponen negro. ¡Bueno...qué digo! Me ponen “de color”.