viernes, 30 de agosto de 2013

EL PELIGRO DE UN MAESTRO. Por Alonso Martos.



"Entre los baremos básicos que pueden señalarse para calibrar el desarrollo humanista de una sociedad, el primero es a mi juicio, el trato y la consideración que brinda a sus maestros". (Fernando Savater).


Allá por la década de los setenta, cuando la Dictadura tocaba a su fin, decidí lanzarme “al mar perplejo de la enseñanza”(1) y empecé a estudiar la carrera de Magisterio.

Como me gustaba y me gusta mucho la música, me propuse aprender a tocar la guitarra en mis ratos libres. Porque era una canción sencilla y para que estudios y ocio fuesen en consonancia, inicié mis ensayos con “El maestro” de Patxi Andión. Mis sufridos compañeros de piso darán fe de ello, pues estoy seguro que no la habrán olvidado; y es prueba de su fuerte vocación, llegar a ser maestros sin haber aborrecido la profesión a causa de mi afición a las cuerdas.

Esta canción es un homenaje a los maestros represaliados durante la Guerra Civil y el franquismo y un reconocimiento a su labor alfabetizadora; al esfuerzo por sacar de la oscuridad a un pueblo… Porque los republicanos progresistas convirtieron a estos profesionales en protagonistas de la regeneración social que intentaban llevar a cabo: "El maestro es el primer ciudadano
de la República" .Todo un reconocimiento a los “portadores” de la cultura, del saber liberador, de las luces.... “La educación os hará libres”, decía José Martí.
En “Historia de una maestra”, Josefina Aldecoa rememora aquella época de pobreza, ignorancia y opresión, y muestra el importante papel de la enseñanza y de aquellos que lucharon por educar un país.
La represión franquista fue especialmente dura con este colectivo. (Depuró a unos 60.000 maestros). Esos puestos fueron ocupados por afectos al régimen (en algunos casos, sin la carrera docente:excombatientes, mutilados de guerra, etc.) imponiendo una "aberrante mitología pseudoeducativa".(2)
Como nos describe la referida canción, el maestro es percibido por los poderes fácticos y las élites locales como un peligro porque es el despertador de conciencias y porque lucha por culturizar a los "postergados" (3). Los grupos sociales dominantes defienden una "educación secuestrada por el temor a Dios, donde razonar es menos importante que memorizar y la creencia tiene mucha mayor jerarquía que el escepticismo"...(4). Añadiendo a todo ello, el otro pilar básico: La Formación del Espíritu Nacional (FEN).
 Sin embargo, en “el segundo franquismo” - década de los sesenta y primeros setenta - tecnócratas y aperturistas llevan a cabo una importante transformación económica. Ésta genera profundos cambios sociales y de mentalidad que demandan mayores cotas de libertad y la necesidad de una adaptación del sistema educativo a la nueva realidad. Se produce así, la reforma del mismo con la Ley General de Educación de Villar Palasí (1970), que pretendía la equiparación con Europa y extiende la enseñanza básica gratuita.

Con la idea de prestigiar la carrera docente, el plan de estudios de 1971 - Plan Experimental - elevó considerablemente el nivel de conocimientos exigidos para llegar a ser Profesor de Educación General Básica  - nuevo nombre del Maestro de Escuela -. Además, integró a las antiguas Escuelas de Magisterio en la Universidad. Al finalizar los estudios se obtendría el título de Diplomado y se tendría acceso a las enseñanzas de segundo ciclo universitario - Licenciaturas -. 


 Escuela Unitaria, años 50.(En el Pilar, Overa. Foto de Salvador Navarro para Overa Viva).
En el período democratico pusimos todas nuestras ilusiones en una enseñanza también democratizada, eje de la transformación social y valedora de la igualdad de oportunidades; capaz, asimismo, de cumplir una serie de requisitos: "la recompensa al esfuerzo, la preparación técnica, la solvencia científica, la promoción justa en una sociedad abierta, el vigor de una cultura que permitiera adquirir conciencia social y destreza profesional"(5), armonizada con la rectitud cívica de los jóvenes y adolescentes...

Sería injusto no reconocer que, en este período, se han producido importantes avances: la extensión de la escolarización abligatoria hasta los 16 años, progresos en la igualdad de oportunidades. (Nunca hubo tantos hijos de trabajadores en la Universidad. España es el octavo país con más alumnos brillantes procedentes de clases bajas). Lo mismo puede decirse de la igualdad de sexos (Las mujeres universitarias superan a los hombres en muchas carreras, cuando hace 30 años eran una minoría). De igual modo, cabe destacar  la participación democrática de padres, alumnos y profesores en los diferentes órganos representativos de la enseñanza...

Todo esto se ha realizado con las dificultades añadidas que supone haberse   incorporado al sistema educativo un importante contingente de alumnos inmigrantes, con su enorme heterogeneidad de idiomas, culturas y niveles educativos (Pasaron de ser el 1,4% de los escolares en 1999 al 10% en 2008). Para ello se han tenido que elaborar programas de apoyo y de compensatoria, planes de acogida, etc.

Ahora bien, creo que ha habido un deterioro de la enseñanza y  un retroceso en la valoración social del maestro; se ha producido un desprestigio de la función docente. No sólo se nos quita la autoridad moral, o el reconocimiento social, sino que también quieren despojar a esta profesión de la "aureola del saber". En efecto, recientemente se han aireado en diferentes medios de comunicación las lagunas formativas o de conocimientos de los maestros, publicando los errores cometidos en unas Oposiciones de Primaria en la Comunidad de Madrid.

Con unos "maestros así" puede entenderse que nuestros presidentes de gobierno, ministros y demás timoneles del país no sean capaces de pronunciar un discurso, si no lo llevan escrito, o su bajo nivel de conocimiento de inglés, etc. Que nuestros médicos tengan una letra ilegible. Que muchos periodistas escriban con faltas de ortografía. Que haya profesores de universidad que apenas hacen otra cosa que dictar unos apuntes o leerlos proyectados sobre una pantalla. Que tengamos especialistas en Ciencias de la Educación cuya máxima aportación pedagógica ha sido llamar a la pizarra "panel vertical de aprendizaje", y "segmento de ocio", al tiempo de patio o recreo de toda la vida... Que las sucesivas reformas no hayan tenido en cuenta la realidad de las aulas, la opinión de los profesionales o la necesidad de un acuerdo político permanente sobre los conceptos básicos del modelo educativo.

Quizás también pueda entenderse que entre las doscientas universidades mejores del mundo, no haya ninguna de nuestro país. Que en todos los informes internacionales sobre educación, España figure en los puestos más bajos de los países de la OCDE... Que uno de cada tres españoles no lea un libro en su vida... Que, en una sociedad donde la televisión entra en todos los hogares, no haya un buen programa sobre educación, donde los profesionales que acuden diariamente al tajo, junto con padres y alumnos, puedan explicar sus experiencias,  debatir, responder a preguntas...
Desconocemos los errores cometidos por policías, bomberos, enfermeros, administrativos, jueces, etc. en sus respectivas oposiciones, aunque pueden adivinarse los mismos, habiendo tenido unos enseñantes "tan mal preparados".

Admitamos que existen esas deficiencias formativas en nuestros futuros docentes. Entonces cabrá preguntarse cuáles han sido las políticas educativas de los sucesivos gobiernos. Cómo y quiénes han diseñado los planes de estudios de la carrera de Magisterio. Con qué criterios se han seleccionado los contenidos curriculares de las diferentes asignaturas. Qué profesores han impartido las clases, evaluado y aprobado a estos maestros. Qué inspectores han supervisado el proceso...

Pues bien, una crítica seria, responsable y constructiva no debería recaer sólo sobre estos  “chivos expiatorios”, sino en todo el sistema educativo y por extensión, en toda la sociedad  por haber "permitido" la progresiva degradación de la enseñanza. Para decirlo con palabras de García de Cortazar : "Entonces, cuando empezábamos la andadura de nuestra democracia, era cuando debían haberse alzado las voces para que todo el mundo entendiera que la nueva España sólo podría cumplir sus expectativas respetándose a sí misma, siendo una nación por fin dispuesta a ofrecer una verdadera igualdad de oportunidades, por fin preparada para recompensar el mérito de quienes se esforzasen, por fin exigente con la calidad de su profesorado, por fin rigurosa con quienes debían estar bajo el amparo de una verdadera autoridad académica.
Pero cuando todo empezaba, en la constitución de España como una democracia moderna, de cuyo sistema educativo dependía la mayor parte de su calidad social, se prefirió seguir otro camino(...)

La autoridad de los docentes fue desvastada por una legislación que la identificó miserablemente con el autoritarismo. La distinción del trabajo personal fue sustituida por la unánime mediocridad. El derecho de los enseñantes a una promoción basada en los méritos cedió el paso a la acumulación de inertes años de servicio. El ambiente de las aulas abandonó cualquier carácter formativo, entregado a una penosa excitación pedagógica y renuncia a la complejidad del conocimiento. La participación de los padres en la formación de sus hijos dio paso a la inaudita insolencia con la que solicitaban que se les regalaran títulos académicos, y a la no menos preocupante capacidad de amedrentar a aquellos profesionales que trataban de inculcar un mínimo sentido del decoro y la disciplina a sus alumnos (...)  En ninguna parte como en España se ha vivido a tanta velocidad y con tal profundidad el agotamiento de referencias culturales, la carencia de sentido ético en la vida social, la aspiración al medro, la picaresca en la promoción, la relajación de nuestra rectitud moral. Todo ello tiene que ver con el periodo de formación de varias generaciones de españoles: fue más fácil ceder a las presiones de la demagogia, de los intereses corporativos, de las expectativas lacias de los perezosos y de la sobreactuación infantil de padres protectores” (6).



Una mente "malpensada" podría inferir que, cuando la mediocridad se instala en las altas esferas  sociales, no interesa que la luces la dejen al descubierto. Es así como poco a poco se han ido cargando el sistema educativo, con la finalidad de que una sociedad aborregada y a oscuras no pueda removerles el puesto a "las buenas gentes del pueblo". Nos quieren sedados, mejor que despiertos... “¡Qué suerte para los líderes el que los hombres no piensen!” Una población instruida y formada conoce sus derechos, exige, protesta, critica, desautoriza y censura el proceder de sus dirigentes cuando no está de acuerdo con ellos. En este sentido, podríamos explicarnos la tolerancia abúlica con que el ciudadano enfrenta  la corrupción que diariamente abre noticiarios y llena portadas de periódicos.
Claro que también podría llegarse a la conclusión inversa ; es decir, que esta mediocridad no es más que un subproducto del deterioro de la enseñanza.

El Maestro, elemento fundamental en el proceso de enseñanza.
 
Paradójicamente, esta misma sociedad exige a la escuela y a sus profesionales  que "resuelvan todos sus problemas". Así, a las funciones tradicionales del maestro se suman las que se refieren a la educación vial, sexual,  para la salud, para la ciudadanía ...
En definitiva, maestros y profesores han de formar e instruir a las futuras generaciones, en las cuales basamos el progreso del país. Consideramos, pues, que la riqueza de las naciones y su peso en el mundo depende de la educación de sus niños. O sea, que casi todo empieza y acaba en la escuela.

Pues bien,  una sociedad que carga sobre los hombros de unos profesionales tan alta responsabilidad, debería poner todo su empeño en una exquisita  formación y selección de los mismos. Podríamos decir que el grado de exigencia para ser maestro o profesor debería ser el máximo - dadas las expectativas puestas en esta profesión -  como pasa en otros países cuyo sistema educativo se toma como modelo en muchas ocasiones. En Singapur o en Finlandia a los profesores de preescolar se les exige una nota muy alta, realizan estudios durante cinco años y todos tienen un máster. "Los padres saben que están muy preparados y los alumnos, que ser profesor es muy difícil y que los suyos están entre los mejores del mundo. El prestigio social de un profesor finlandés es muy alto y muchos de los alumnos con mejores calificaciones quieren ser docentes".(7)
Recuerdo cuando aquí se reivindicaba el cuerpo único de enseñantes, donde cada profesor, fuese de infantil o de universidad debería tener el mismo prestigio profesional y la formación necesaria para desempeñar su función de la mejor manera posible. Y esto en base a la consideración de que a la hora de edificar una pared, tan importante es la primera piedra como la última. Es en la infancia donde se asientan las bases del adulto. Todo ha quedado en el olvido. Ahora, sólo sabemos pedir "unos majestuosos cestos, pero sin proporcionar los mimbres para hacerlos y, en algunos casos, con las manos atadas."

La educación del pueblo no puede dejarse en manos del primero que pase por la puerta de la Universidad. Por más que lo diga el tango(8), "no es lo mismo un burro que un gran profesor".

No puede ser que la nota de acceso a la carrera de Magisterio sea de las más bajas, porque se convertirá en una "carrera refugio" de aquellos que no han podido acceder a la Universidad  a cursar los estudios elegidos en primera opción o han "fracasado" en el intento.

No puede ser que el ingeniero agrícola o el biólogo - "a los que nunca les gustaron los niños" - decidan dedicarse a dar clase, una vez que han sido derrotados por el paro. Así, con un simple CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica) cambian el campo o la célula por "esos locos bajitos" a los que hay que enseñar.
No puede ser que le demos carta de validez a la despectiva consideración, según la cual “el que vale, vale; y el que no,  para maestro de escuela".

No puede ser, en definitiva, que puedan ejercer esta profesión aquellas personas que no estén "capacitadas" para ello.
...Y no puede ser... porque cualquiera no puede ser maestro: "Un educador que no siente gusto por su trabajo es un esclavo de su medio de sustento y un esclavo no podría preparar hombres libres y audaces; no podéis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños si vosotros ya no creéis en esos sueños”(9). El trabajo adquiere dignidad cuando se quiere y se disfruta con él, cuando se tiene una alta estima al oficio de maestro.
El ejercicio de esta profesión depende tanto de su formación como de su propia personalidad. Requiere los conocimientos propios de las áreas de su especialidad y también de diversas áreas transversales, lo que da un cierto carácter enciclopédico a dicha formación. Pero también ha de tener una serie de actitudes y habilidades individuales y sociales como capacidad de empatía, de escucha, ser motivador, capacidad para sacar lo mejor de cada alumno, ser resistente al estrés, ser amigo, querer a los alumnos y, por tanto, ser cariñoso y simpático con ellos, tener autoridad moral, tacto pedagógico...

Permitidme la insistencia. Ser maestro es algo muy importante y cualquiera no puede serlo. Porque el maestro es un “despertador del espíritu, un removedor de ideas, destructor de malos hábitos y violentador de tradiciones...Debe ser ese inoportuno que molesta a los adultos sólidamente instalados y que reclaman obstinadamente la parte vital de una infancia sacrificada”. (Freinet). Debe ser partidario de la justicia y del progreso, tiene que poner al alumno en situación de hacerse y hacer preguntas y exigir respuestas; o sea, en situación de pensar de forma crítica.

Sí, amigos. No estoy describiendo a un "superhombre" o a un ser sobrenatural. Me estoy refiriendo a una persona humana, "demasiado humana", que ama la vida, que también comete errores y los reconoce, que no lo sabe todo y tiene dudas, que aprende con los niños y de los niños...

En definitiva, ser maestro es algo muy serio e importante, bonito y gratificante. ¿Acaso no es bonito ser parte activa en la formación de personas? Pero, por encima de todo, ser maestro es ser y dar ejemplo, de palabra y obra; es ser fiel a sí mismo y a sus ideas dentro y fuera de la escuela.

Es así como el docente obtiene  su máxima recompensa: que al cabo de unos años, tus alumnos te reconozcan por la calle y sientan una gran alegría porque han encontrado a "su maestro" - o a "su profe" - de la infancia, al que han recordado con cariño muchas veces, después de dejar la escuela.


Cabe añadir, por último, que es la sociedad, somos todos los que debemos exigir que la formación de nuestros hijos esté en las mejores manos. También debemos dar apoyo a la labor de  los maestros y profesores  y colaborar con ellos, pues todo ello redundará en beneficio de nuestros hijos y de la sociedad en general.

Pero si nuestras aspiraciones se ciñen a que  nuestros jóvenes sean educados y enseñados por meros "vigilantes de aparcamiento", entonces "las buenas gentes del pueblo pueden tener tranquilo el sueño, porque habrán librado a sus hijos del peligro de un maestro".

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(1).Savater, F : El valor de educar.
(2).Savater : O.C.
(3).José Mújica, Presidente de Uruguay.
(4).Savater : O.C.
(5).Fernando García de Cortázar: La destrucción de la enseñanza.
(6). F. García de Cortazar : O.C.
(7). Inger Enkvist
(8) Cambalache de Enrique Santos Discépolo.
(9). Celestin Freinet.