martes, 28 de febrero de 2023

VENTAS DE OVERA(II): LA VENTA DEL "CHAVO" Y VENTA NUEVA. Por Alonso Martos.

La Venta del "Chavo", hoy rehabilitada y convertida en vivienda familiar.
Foto: Cristóbal el Botas.
A poca distancia del Empalme, cruzando el río y ya en la ribera derecha del mismo, se hallaba la Venta del Chavo o del Ochavo. Emplazada en una zona habitada en tiempos argáricos - por los que pudieron ser los primeros pobladores de Overa - su nombre hacía referencia a la moneda que fijaba el precio de sus servicios. Estaba regentada por Emilio el Remedios - D. Emilio Viúdez - y su familia.

La localización de esta venta y la del Empalme - una en cada orilla del Almanzora - respondía a una estratégica necesidad ya que, por aquellos años del siglo XIX, aún no se había construido el famoso y emblemático  Puente de Hierro. Así, pues, nuestro indómito río había de cruzarse a través de su lecho y cuando la corriente de agua era abundante se hacían necesarios los servicios de los vadeadores, unos robustos y experimentados campesinos que transbordaban enseres y personas de una a otra ribera. Pero cuando el caudal no lo permitía, el sufrido viajero quedaba retenido, teniendo que hospedarse en una de las citadas ventas, hasta que bajara el nivel del agua y el soberbio río se dejara atravesar.

En época de lluvias, los vadeadores se ganaban un buen dinero, pues cobraban hasta 8 reales por pasajero(1), precio que resultaba abusivo para los usuarios. Y ante una actividad tan rentable estos fornidos varones cometían, además, otro abuso consistente en acumular en un sólo punto todas las aguas que fluían esparcidas por el cauce con objeto de prolongar los días de faena, haciendo intransitable el paso hasta de las caballerías.

En su descargo debe añadirse que este trabajo no estaba exento de serios riesgos. Así, en un periódico de la época, podemos leer un suceso acaecido en 1884 cuando una tormenta sorprendió a un pasajero <<en la venta que llaman del "Ochavo">>. En una carta remitida al citado diario, este señor relataba cómo había presenciado que cuando <<un vadeador trató de llevar a la orilla opuesta del río a un pobre anciano que iba a Vera>>, yendo por medio del cauce <<cayeron los dos, siendo arrastrado por las aguas unos 30 metros el pobre viejo>>, y al apercibirse de ello, dos guardias civiles <<y el cartero de Huércal-Overa, Silvestre Martínez(2), todos tres se arrojaron, marchando rápidamente en pos de la corriente, hasta que felizmente pudieron coger al anciano y salvarle la vida>>(3). Eran, pues, gajes del oficio.

Menos famosa era la conocida como Venta Nueva, situada en La Concepción, concretamente en la intersección del camino de Vera con el de Lubrín. Hoy se encuentra en estado ruinoso y los restos de sus tapias podemos observarlos al sur del Cortijo de Juan Ramos, en la orilla de la actual carretera de Zurgena. Su emplazamiento obedecía, asimismo, a la necesidad de alojar a los cosarios y trajineros que penetraban por esta Boca del Almanzora, con sus carros y recuas de burros cargados de las más variadas mercancías, y cuyo destino principal eran los pueblos almanzoreños. Mi propio bisabuelo, Pascual Castelló, que vivía en la calle del Mediodía, era recuero y sus jumentos solían transportar aceite de la provincia de Jaen.

Clientes habituales eran también los numerosos pastores y ganaderos que transitaban por el camino de Lubrín en dirección al muy concurrido e importante mercado de ganado de Huércal-Overa. Próximo a la citada Venta estaba el Corral Viejo, donde podían estabularse los ganados para descanso de pastores y animales, y a corta distancia hallábase también el Parador, donde los rebaños "paraban" para abrevar en un nacimiento de agua que había en el lugar.

Me consta que en nuestra localidad ha habido otras ventas en tiempos no muy lejanos: la conocida como casa de José Pardo, en la Concepción, fue una de ellas. Estaba situada al borde del camino que conduce a Zurgena, que era una vía muy transitada al comunicar los pueblos del levante almeriense: (Antas, Vera, Cuevas, Garrucha, etc.) con el Valle del Almanzora, lo cual viene a confirmar que Overa ha sido tradicionalmente tierra de ventas. 
Lo dice el saber popular: una encrucijada de caminos es el lugar perfecto para un buen ventero.

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(1) Sirva como cifra comparativa que, tras una dura e interminable jornada de trabajo, un campesino  cobraba alrededor de 6 reales.
(2) Sospecho que el cartero huercalense, D. Silvestre Martínez, debía de ser un antepasado de mi buena amiga, la profesora Dña. Ana Martínez Parra.
(3) La Crónica Meridional (Almería), 29-5-1884. Pág. 3.




jueves, 9 de diciembre de 2021

EL LAGARTO LOTERO: UNA CURIOSIDAD HISTÓRICA DE HUÉRCAL-OVERA. Por Alonso Martos.



Lagarto con dos colas.
  La afición a la lotería de  muchos huercal-overenses viene de antiguo.

Cuenta nuestro historiador de cabecera, D. Enrique García Asensio, que a finales del siglo XIX unos paisanos, que trabajaban en las minas de Linares, compraron varias participaciones de Lotería navideña de aquel lugar y la suerte les sonrió con cantidades que fluctuaban entre 7.500 y 15.000 pesetas. Los afortunados eran mayoritariamente de Almajalejo y La Parata, y al conocerse la noticia aumentó el fervor lotero en nuestro municipio. En todos los sorteos de  Navidad, los centros sociales y mercantiles de Huércal-Overa (el Casino, la Cooperativa, etc.) solían adquirir décimos para repartirlos entre sus socios y allegados mediante participaciones.

Pero hete aquí que en 1906 el alicantino y huercalense de adopción, D. Miguel Agulló Cano, que era un comerciante de vinos y licores, adquirió en su tierra natal <<medio billete del número 34.746>> del que distribuyó unas 700 participaciones en nuestro pueblo. La diosa Fortuna quiso que al citado número le correspondiera el premio mayor, lo que desató el delirio de los agraciados, máxime cuando el valedor de su suerte invitó a todos a consumir, sin límite ni tasa, el vino que desearan, poniendo a su disposición varios toneles que habrían despertado la envidia del mismísimo Baco. Tres millones de pesetas de la época, repartidos entre gente humilde, bien merecían una 'cogorza general', que derivó en algunos desmanes, por lo que hubo de intervenir la fuerza pública, aunque pronto se instaló la normalidad a medida que la 'jumera' fue remitiendo.

Pues bien, <<al calor y animación de aquella suerte, se generalizó en nuestra villa la afición á la lotería>> y como durante estos tiempos la fortuna estaba de nuestra parte, se dio el caso que en 1907, D. Francisco Carmona Viúdez, alias el Perdigón, trajo a Huércal-Overa siete décimos del número 6.119, correspondiéndoles 175.000 pesetas y otras 2.400 de aproximación en seis décimos del número 6.118. 

Como quiera que ese mismo año el Perdigón portara nuevamente la suerte a los huercal-overenses, con 200.000 pesetas del número 3.807, se extendió por el municipio la creencia de que este señor poseía un lagarto de dos rabos, con los cuales escribía en harina, ceniza o cualquier <<sustancia pulverulenta>> el número que sería premiado. La fe en el saurio llegó al extremo de que hasta las gentes del campo se agolpaban a las puertas del domicilio de don Francisco para intentar conseguir alguna participación de lotería. Ahora bien, como la fortuna posee un carácter cambiante, pasaron algunas jugadas sin que los décimos del susodicho Perdigón obtuvieran el esperado premio, razón por la que muchos vecinos de nuestro pueblo iniciaron una vengativa campaña contra el lagarto lotero, construyendo un colosal fardacho al que dieron muerte y digna sepultura.

No le faltaría razón a quien pensase que este tipo de creencias estaban justificadas en los inicios del pasado siglo, debido a las altas tasas de analfabetismo, pues la ignorancia suele ser buen alimento de la superstición. Sin embargo, tal aseveración podría ser cuestionada si también aducimos que, en pleno siglo XXI, hemos vivido algo semejante en el transcurso del mundial de fútbol de 2010, donde no faltaron los que atribuyeron ciertas artes adivinatorias al famoso pulpo Paul, el cual hizo de 'pitoniso' en muchos de los encuentros disputados con disparidad de aciertos y errores, como no podía ser de otra manera.

A pesar de haber dado muerte al lagarto de la suerte, ésta no abandonaría nuestra localidad durante mucho tiempo, pues en el sorteo de Navidad de 1908 llegó de la mano de don Juan Rosendo Sánchez Pastor, que trajo de Alicante cinco décimos del número 30.628, al que le correspondió un segundo premio de 1.500.000 pesetas. Entre los agraciados figurarían varios overenses de pro como D. Antonio Molina Ayas o D. Adriano Mena y sus hermanos, los cuales percibieron 15.000 pesetas cada uno.

Esta buena racha en los sorteos de lotería supuso una considerable inyección de dinero para los paisanos de la época, lo que provocó un desmesurado aumento de los precios de las propiedades inmobiliarias. Asimismo, las reformas, ampliaciones y edificaciones de casas alcanzaron tal auge que faltaron albañiles en nuestro municipio para atender a tan amplia demanda, teniendo que recurrir a la contratación de maestros y ayudantes de pueblos colindantes.

Concluye nuestro cronista afirmando que <<todos los oficios é industrias disfrutaron los beneficios de aquella gran circulación de numerario; y aunque los vicios é imprudente conducta de algunos de los favorecidos dieron pronto al traste con sus sobrevenidas fortunas, resultó un bienestar general, y el ornato, prosperidad y fomento de Huércal-Overa sufrió perceptibles mejoras, ventajas y beneficiosos efectos>>.(1)


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(1) GARCÍA ASENSIO, Enrique: Historia de la Villa de Huércal-Overa y su Comarca. Tomo III, págs. 238-250.


martes, 20 de julio de 2021

LAS FIESTAS PATRONALES DE OVERA. Por Alonso Martos.

Nuestra Señora de la Soledad.
Foto: J.Pardo
.
Se celebran el 29 de julio en honor de la Virgen de la Soledad, desde el año epidémico de 1885, en que el fervor popular, la devoción y la fe en Nuestra Señora condujo a los vecinos a instalar su imagen en una "capillita o templete" que a la sazón habían construido con ramas de árboles, adornándolo con flores y adonde acudían a depositar sus plegarias y oraciones, así como a rezar el Rosario. Esta festividad tuvo continuidad y siguió celebrándose como 'fiesta patronal', si cabe con mayor motivo y júbilo, a partir de la erección de nuestra Iglesia Parroquial, en los inicios del siglo XX. Por eso, entre los cánticos navideños que se hacían desde el coro del templo, destacaba el dedicado a la Virgen, cuya letra dice así: 

Rodeada de naranjos
y esmaltada de palmeras, 
hay una joya preciosa
que es la Soledad de Overa.

Preciosa composición, que en cierta ocasión fue replicada por un lugareño y emocionado feligrés, el cual nos recordaba los humildes orígenes del habitáculo primigenio de Nuestra Patrona, hasta que fuera trasladada al templo actual. Así se expresaba el espontáneo trovador:

Tu 'prencipio' fue una choza
con cuatro palos 'hincaos',
ahora estás en una iglesia
con un retablo 'pintao'

Ya en fechas tempranas, estas fiestas eran muy concurridas, teniendo el suficiente renombre y transcendencia comarcal como para que los periódicos de principios de la anterior centuria dieran cuenta de ellas. Así, en 1920, el Diario de Almería(1) nos ofrece una crónica de las mismas, con todo lujo de detalles. Esto es:

Desde Huércal-Overa.
<<La bella Aldea de Overa, aneja a esta población, más bien que Aldea es un pequeño pueblo pintoresco, con su hermosa vega bañada por las aguas del río Almanzora, por todas partes se ven magníficos huertos de naranjos, grandes y ricos maizales, mucha agua y arboles frutales, en una palabra lo más rico y hermoso del término municipal de Huércal-Overa.
Con motivo de celebrarse la tradicional fiesta que todos los años se hacen á lá milagrosa Virgen de la Soledad, que el año del cólera fué el consuelo de aquellos buenos aldeanos que con tanta fe pidieron a la Santa Virgen que repentinamente cesó por completo la terrible Epidemia colérica me trasladé allí para presenciar la expresada fiesta. El día fue el 29 del pasado mes, día espléndido, hermoso el calor asfixiante, por todas partes animación bullicio, alegría. En el bonito santuario donde se venera la milagrosa imagen lucía una espléndida iluminación a las doce se cantó una misa de diácono oficiando el párroco de la misma, el virtuoso sacerdote don Fernando Alcaraz.

Por la tarde se celebró una solemne función religiosa y, terminada ésta, la preciosa imagen fue sacada en procesión y llevada a hombros toda la carrera por lindas muchachas.
Por la noche se quemó un lindo castillo de fuegos artificiales, que gustó mucho y fue presenciado por unas seis mil personas.
Después se organizó una verbena, donde las bellas muchachas de Overa, luciendo caprichosos trajes, bailaron y se divirtieron de lo lindo.
Hubo en esta fiesta gran consumo de dulces y licores como también rico turrón de Cantoria.
La velada terminó a las tres de la mañana y el orden fue completo.
Para terminar, reciban las más expresivas gracias los respetables señores D. Adriano y D. Vicente Mena(7), dos hermanos virtuosos que residen allí y nos colmaron de atenciones, que mis acompañantes y yo nunca olvidaremos>>.     Juan Sánchez.
Iglesia Parroquial de Overa.
Foto: J.Pardo.

Nueve años después -hace casi un siglo- el semanario regional El Almanzoraeditado en Huércal-Overa, se hacía eco de esta festividad en honor de la PATRONA DE OVERA. Así lo afirma de forma explícita e inequívoca:

<<Desde Overa. En esta pintoresca aldea, sitio de los más hermosos que baña el Rio Almanzora, verificóse el pasado dia 29, en un bonito y lujoso templo, una magnífica función religiosa en honor de la Santísima Virgen dé la Soledad, PATRONA DE DICHO LUGAR.
La Iglesia estaba adornada con plantas y flores, resultando una verdadera preciosidad.
Ofició el Rector don Fernando Alcaraz Egea, digno y virtuoso sacerdote, a quien venera este honrado vecindario.
Cantóse una misa mayor por las bellas y cristianas señoritas Isabel y Rosa Alcaraz Egea y el maestro de Instrucción Primaria don Antonio Gámez Ibañez, que estuvieron admirables (...)
Entre los numerosos fieles había personalidades de gran cultura que reconocieron las cualidades de tan excelente sacerdote, que ha sido felicitadísimo.
Después se quemó un bonito castillo de fuegos artificiales, con gran velada musical por la banda municipal de Huércal-Overa.También hubo bailes populares que duraron hasta las altas horas de la madrugada. La Comisión de estos festejos ha sido muy elogiada. El Corresponsal>>(3).

Posteriormente, todos los programas de festejos que se conservan - y que pueden consultarse - se refieren siempre a LAS FIESTAS PATRONALES DE OVERA, como podemos comprobar en el que ilustra el presente texto.

Ahora bien, conviene precisar que la titularidad del patronazgo que ostenta la actual parroquia, le viene conferida por la primera Iglesia de Overa que se erigió en el barrio de Santa Bárbara, bajo la advocación de la Virgen María, tras la Reconquista de estas tierras por los Reyes Católicos en 1488. Debió de construirse en la primera mitad del siglo XVI(4) pero, como consecuencia de la rebelión de los moriscos (1568-71), fue quemada y destruida por los mismos. La expulsión de los sublevados provocó la despoblación de la zona y habría de pasar más de un siglo hasta que se reedificara. Llevóse a efecto en 1708, cuando D. Pedro Sánchez Rubio, el escribano de Huércal-Overa, reedificó la actual Ermita, en terrenos de su propiedad, para que los overenses pudieran oír misa todos los domingos. D. Pedro, eclipsó la advocación mariana primigenia en favor de Santa Bárbara, de la que era un ferviente devoto. <<La erección tuvo el carácter de ayuda de parroquia, donde se celebraron bastante tiempo los bautismos, matrimonios y entierros; éstos en la misma iglesia>>(5)Así que este centro religioso gozaba de una cotitularidad o copatronato que recaía en la Virgen de los Dolores y en Santa Bárbara, como lo pone de manifiesto nuestro paisano e historiador, Alfonso González, cuando cita un testamento de 1712, otorgado por los suegros del escribano en el que disponen que se les diga <<perpetuamente una misa rezada el día de sus respectivas onomásticas, en la Iglesia de “Nuestra Señora de los Dolores y de la Gloriosa Santa Bárbara” de Overa>>(6).

Cuando en 1908 la actual parroquia fue erigida en Rectoría, lo hizo con el título de 'Nuestra Señora de la Soledad y Santa Bárbara', por lo que como sostiene García Asensio, sólo hubo un cambio de edificio por estar éste situado en un lugar céntrico y más accesible para la mayor parte de la feligresía, pero la cotitularidad se mantuvo. Asimismo, la demarcación de dicha Rectoría abarca toda la Diputación de Overa (7).

Puede afirmarse, por consiguiente, que las primeras fiestas celebradas en nuestro pueblo serían en honor de la Virgen María, como titular de la primigenia Iglesia de Overa, y más tarde fueron sustituidas por las de Santa Bárbara. A esta festividad se sumaría, en fechas muy próximas, la de la Inmaculada Concepción, cuya ermita fue construida en 1738, y donde además de los feligreses de la margen derecha de nuestro río, también solían asistir los overenses que residían entre la Cañada del Santo y la rambla de Almajalejo; es decir, lo que hoy serían Los Menas, Los Navarros, etc. Presentaban estos festejos una particular y bonita costumbre, ya desaparecida en su forma originaria: la subasta de la Virgen. Consistía en que los vecinos donaban productos de la huerta o de la matanza  del cerdo, que luego se subastaban públicamente y lo recaudado servía, entre otras cosas, para el mantenimiento del culto. También cumplía una función social, pues las familias menos favorecidas podían adquirir productos de primera necesidad a precios muy asequibles. Nuestro calendario festivo se fue ampliando con la romería y fiesta de San Miguel, la de la Virgen del Pilar y, finalmente, la popular 'fiesta de la breva' o de San Juan, en Los Navarros.

Cabe añadir, asimismo, que cuando la mencionada epidemia de cólera de 1885 se cobró las primeras víctimas, los overenses invocaron el amparo o 'patrocinio' de la Virgen de la Soledad, convirtiéndola en su protectora. Pudieron haber implorado el auxilio de Santa Bárbara o de la mismísima Inmaculada Concepción, con la que estaban familiarizados desde hacía 147 años, y sin embargo depositaron su confianza y fe en Nuestra Patrona, determinando que visitara cada una de las casas de la localidad, y atribuyéndole el 'milagro' de que no hubiese más fallecidos a causa del fatídico virus. Lo antedicho encaja y se ajusta como anillo al dedo a la definición académica de 'patrón, na'; o sea, que es la titular de nuestra iglesia parroquial y fue invocada por los overenses como Madre protectora (8).

Por último quiero manifestar que en el presente artículo no expreso ni defiendo un sentimiento personal, sino que me atengo a los testimonios orales y escritos a los que he tenido acceso, con la única finalidad de buscar 'la verdad histórica'. Que cada cual juzgue si lo he conseguido o no. No obstante, agradecería a los posibles discrepantes que expusieran los argumentos y razones en los que basan su legítima discrepancia, ya que sus aportaciones contribuirán a enriquecer y aclarar el tema que nos ocupa.

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(1) Diario de Almería (Almería), 5-8-1920. pág. 1.

(2) N. del A.: Los hermanos Mena vivían en la casa que, aún hoy ,llamamos de Don Adriano Mena (conocida por los más jóvenes como la casa del "niño Antonio": D. Antonio Molina Mena), una de las más antiguas de Overa y cuya familia dio nombre a la barriada de Los Menas.

(3) El Almanzora. Semanario Regional. (Huércal-Overa). 3-8-1929. Pág. 2.

(4) González Sánchez, Alfonso: "Iglesia de Overa. Aportaciones historiográficas y algunas consideraciones sobre su origen".

(5) GARCÍA ASENSIO, Enrique: "Historia de la Villa de Huércal-Overa y su Comarca". Ayuntamiento de Huércal-Overa.

(6) GONZÁLEZ SÁNCHEZ, Alfonso: Iglesia de Santa Bárbara. Aportaciones historiográficas y algunas consideraciones sobre su origen. Pág. 28. Huércal-Overa, 2013. Publicado en Warqal es.

(7)<< En 1 de Mayo de 1908 fue erigida en Rectoría, de las creadas en el arreglo parroquial de esta Diócesis de Cartagena el año 1907, con el título de N. S. de la Soledad y Santa Bárbara, según queda consignado. La demarcación de esta Rectoría es la expresada en la siguiente certificación: «Don Ramón Fernández Suárez, Presbítero, Dignidad de Maestrescuela de esta Santa Iglesia Catedral y Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de Cartagena, Certifico: Que la demarcación de la iglesia Rectoral de la Santísima Virgen de la Soledad y de Santa Bárbara de la Diputación de Overa, anejo de la parroquia de Huércal-Overa, según el nuevo arreglo parroquial, es la siguiente: «Limitará al Norte desde la rambla de Almajalejo, por el barranco de la Noria, que está al Norte de Calderón, a la Sierrecica, Loma del Alvarico; cruzará la carretera de Vera por la Cruz de la Madre de Dios, y desde este punto al Molino del Judío; al Este desde dicho molino hasta el término de Cuevas, línea que debe pasar entre las cortijadas de los Oribes y de Chaupí; al Sur y Oeste el término de las parroquias de Cuevas, Antas y Zurgena (Almería).» Así resulta del expediente original que obra en esta Secretaría de Cámara a que me remito. Y para archivar en la Iglesia Rectoral de Overa, expido el presente que con el V. B.° de S. E. I., firmo y sello en Murcia a primero de Abril de mil novecientos ocho. V. B.»: El Obispo, Dr. Ramón Fernández. Hay un sello que dice: “Obispado de Cartagen” >>.
(GARCIA ASENSIO, E.: “Historia de la Villa de Huércal-Overa y su Comarca").

(8) Patrón, na: 1- Defensor, protector. 2- Santo titular de una iglesia. 3- Santo elegido como protector de un pueblo o congregación religiosa,  profesional o civil.

martes, 12 de enero de 2021

ANDRÉS SÁNCHEZ: UN PEDÁNEO PARA LA ERMITA. Por Alonso Martos Sánchez.

CASA-CORTIJO DE ANDRÉS SÁNCHEZ.
 
Actualmente rehabilitada por sus nuevos propietarios. Foto: J. Pardo.

Hijo de Andrés y Catalina, D. Andrés Sánchez Martínez (1886-1962) fue durante muchos años alcalde pedáneo(1) de La Concepción. Pacificador en rencillas, zurcidor de roturas y urdidor de arreglos entre vecinos, procuraba siempre la reparación de las faltas leves que éstos pudieran cometer. Era un hombre de orden, de autoridad moral y ascendencia sobre sus convecinos; honesto y amigo de la verdad; una persona que no desperdiciaba las palabras y cuando daba una, la sellaba con un apretón de manos, a la antigua usanza. Predicaba con el ejemplo, era más de hechos que de vocablos.

Por eso el orden empezaba en su propia casa. Me han contado la anécdota según la cual un forastero llegó a La Concepción preguntando por un señor, del que no recordaba el nombre, cuya única referencia era que tenía muchos hijos y que a la hora de comer, sentados a la mesa, no se oía ni el vuelo de una mosca. No dudaron en remitirlo a la casa de mi abuelo; porque en esa morada, amigos, como en otras muchas, se practicaba aquello de <<comiendo no se habla>>; allí no se daban voces, ni se oían palabras malsonantes; en aquella casa reinaba el respeto y la educación sin más coerción que la palabra. Allí se educaba en el bien, la honradez, el trabajo, la sencillez, etc; unos valores que figuraban en el frontispicio de aquel hogar.

Mi abuelo Andrés, como tantos otros jóvenes de principios del siglo XX, probó suerte en tierras americanas emigrando a Argentina, país que calificaba como la <<tierra del olvido>>, debido a que muchos emigrantes no regresaban a sus lugares de origen. Y como él no quisiera ser tentado por esa posibilidad, decidió volver a la tierra que le vio nacer para realizar su proyecto de vida y formar una familia. Así, pues, contrajo matrimonio con Dña María Ruiz Parra (1890-1969), de la familia de <<los Cocineros>>, en Los Menas. El mote respondía a que su padre, Francisco o Frasquito - que así es como se le conocía - fue cocinero del Padre Ayas, oficio que había aprendido en la <<mili>> y que después ejercería al servicio del acaudalado presbítero.

El matrimonio fijó su residencia en los <<Cortijos del Hondo>>, en la intersección del camino de Los Ballestas con el que nos conduce a Palacés, en una casa-cortijo que disponía de una parte dedicada a vivienda y otra a las estancias productivas. La casa, de dos plantas y cubierta con teja árabe a dos aguas, se componía de una amplia entrada o recibidor, a la derecha del cual se hallaba la cocina-comedor, con el hogar y un cuarto que hacía de fregadero y despensa. En el ala izquierda, estaban los dormitorios y como la prole era numerosa, hubo que habilitar alguno más en la segunda planta, en la que también se situaba la cámara, que era el lugar donde se oreaban y almacenaban los productos de la matanza del cerdo o diferentes frutos para su consumo fuera de temporada. En la parte trasera se situaban las piezas relacionadas con las actividades productivas: las cochineras, el gallinero, la cuadra, etc. Encima de ésta se encontraba el pajar, que a su tradicional función de almacenamiento de la paja se unían otras como la de guardar los orones(2) de harina para que no se apolillara, también se conservaban muy bien los tomates o las naranjas envueltos en paja.

La fachada, orientada al Norte, miraba a un ensanche donde se hallaba una frondosa higuera de las llamadas del reino y, a corta distancia, un horno de barro del que salían las nutritivas hogazas de pan, así como los deliciosos <<mantecaos>> o los exquisitos <<sobaos>>, las ricas tortas de manteca o de chicharrrones, etc. Y al este, separados de la vivienda por el camino, dos hermosos bancales de naranjos.

En esta casa vieron la luz y se criaron con salud diez hijos, siete varones y tres mujeres; a saber: Andrés, Francisco, Baltasar, Miguel, Catalina, Ana, Diego, Lorenzo, Alonso y María. Como era costumbre en esa época, los hombres se dedicaban al trabajo fuera de casa, mientras que las mujeres se ceñían a las labores domésticas. No obstante, en momentos puntuales y en determinadas faenas había colaboración por ambas partes.

Mi abuela María era ese motor silencioso que mueve el universo familiar; para ella los días tenían más de 24 horas. ¿No era suficiente faena traer al mundo y criar a 10 hijos? Pues no, además había que coser, zurcir, remendar, lavar, planchar, cocinar...Y si de madrugada se tenía que echar la <<empajá>>(3) a las bestias, pues allí estaba ella para procurar un mayor descanso a los hombres.

Los Sánchez Ruiz, como otras familias de Overa, tenían un pie en cada orilla del río; ir a <<aquel lao>> era lo más normal y podía repetirse varias veces al día; las <<pasaeras>>(4) eran los puntos suspensivos que indicaban la continuación de la intrahistoria de las gentes de ambas riberas. Y como en el mundo rural tradicional la base de la riqueza era la tierra, además de ser aparceros de Dña Jacoba – y después de Dña María Molina – tenían sus propias tierras, de cuyo cultivo dependía el que pudieran vivir con las necesidades básicas cubiertas y si era posible, tener una cierta holgura económica <<por lo que pudiera pasar el día de mañana>>. El trabajo y el ahorro eran las bases de la economía, cuya  ley fundamental aconsejaba no gastar más de lo que se ingresaba. Aunque fuera poco, convenía ir <<echando algo al saco>> periódicamente y en caso de que éste se llenase, entonces era el momento de atarle la boca, como solía decir mi abuelo.

La actividad agrícola se complementaba con la cría de animales, tanto para su engorde y posterior venta, como para la obtención de derivados: leche, queso, huevos, etc. Se trataba de una economía de subsistencia donde los excedentes suponían una importante fuente de ingresos para la unidad familiar; aquí todo se aprovechaba, apenas se generaban residuos: hasta las cenizas del hogar se abocaban en el estercolero y servían de fertilizante.

Pero no todo era trabajar; también había tiempo para ir de ronda, asistir a los bailes o disfrazarse en los carnavales... En los mismos era frecuente ver a Baltasar, un patilargo de dos metros, disfrazado de mujer; tampoco era raro que, en la matanza del cerdo, Alonso tirara algún tiesto en su propia casa haciéndose pasar por un vecino... En fin.

La imagen que tengo de mi abuela María es la de una mujer muy alta, delgada, toda de negro y con el pelo recogido bajo un pañuelo, dirigiéndose al horno y sacando aquellas latas de dulces navideños que eran una auténtica delicia. Sin embargo, de todos los recuerdos, el más característico es el de una palabra que sólo se la oí decir a ella: <<jícara>>(5). Cuando iba a visitarla siempre me ofrecía un trozo de pan y una jícara de chocolate. 

Mi abuelo falleció antes, por lo que los recuerdos que guardo son más difusos: tengo la imagen de un hombre más bien alto que vestía un chaleco negro y de uno de sus ojales salía una cadena de la que pendía un reloj de bolsillo. Se le conocía como Andrés <<el Mono>>, un apodo heredado de su familia materna, pues si no estoy mal informado, a su madre le llamaban la <<tía Mona>>, no sé si porque era muy bella - monísima – o porque tuviera un aspecto simiesco.¡Vete tú a saber! En cualquier caso, lo que sí puedo afirmar es que mi abuelo formó una <<monísima>> familia y que yo no necesito las teorías darwinistas para saber que provengo de la <<monería>>. ¡Y a mucha honra!, como solemos decir por aquí.

¿Qué va a decir uno de sus nietos?


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(1) Persona que tiene atribuciones de alcalde sobre una entidad administrativa inferior al municipio (RAE). Generalmente era nombrado de entre lo vecinos con mayor autoridad moral y conocimiento de los diferentes asuntos de la pedanía y solía desempeñar algunas funciones parecidas a las del juez de paz.

(2) Un orón es un recipiente cilíndrico, hecho de pleita de esparto, similar a un serón. 

(3) La <<empajada>> es una mezcla de paja y cebada que se le suministraba a las bestias de madrugada, con la fianalidad de que repusieran fuerzas para las duras faenas de la siguiente jornada.

(4) Piedras grandes que se colocaban en el cauce del río para atravesarlo sin meterse en el agua.

(5) Vasija pequeña, generalmente de loza, que suele emplearse para tomar chocolate (RAE) y por extensión, también designa a una onza de la tableta de chocolate.


sábado, 2 de enero de 2021

AQUELLAS MATANZAS EN EL CORTIJO DE ALONSO. Por Alonso Martos.

CORTIJO DE ALONSO.
Actualmente, propiedad de D. Mariano Viúdez.Foto: J.Pardo.

Había en el cortijo dos carros: Uno grande y otro más pequeño al que llamaban <<el volquete>>, que debía su nombre a que se podía <<volcar>> girando la caja sobre su eje, para descargar de golpe y más fácilmente la mercancía. Tirados por aquellas fuertes y bravas mulas, estos vehículos, lo mismo transportaban una carga de piedras calizas de las rellanas de la Concepción, destinadas a la calera del Fuentes, que unas dulces y refrescantes sandías para venderlas en los mercados locales.

Ahora bien, al menos una vez al año realizaban un transporte especial y extraordinario: se trataba de trasladar a Ruperta de Gaspar al cortijo de su hermano para realizar la matanza del cerdo; un transporte especial y extraordinario, porque así era <<la mama Perta>>, que bajaba por el camino real, sentada en una silla en medio de la caja del carro, rodeada de chiquillos, a modo de ángeles con la Virgen en el trono. Simpatía, encanto, gracia, bondad... Su boca sólo emitía palabras de agrado y satisfacción ...¡Nada de penas! Una mujer especial, difícil de repetir, aunque dejó buenas muestras de esa excelente madera humana, entre las que citaré, por llevar su nombre, a dos de sus nietas; dos Rupertas de las que bien puede afirmarse aquello de <<vean las astillas y conocerán el palo del que proceden>>.

Así pues, con la llegada del frío invernal, el olor a cebolla cocida, que emanaba de la chimenea, anunciaba que al cerdo le había llegado su <<sanmartín>>. El <<mataor>>, que a la sazón era mi tío Pascual, se presentaba bien temprano en el cortijo con el propósito de ejecutar la sentencia, que pesaba sobre la cabeza del <<chino>>(1) desde el día en que entró en la marranera.Terminada esta primera faena, los hombres pasaban a la casa para tomar alguna copa acompañada de aquellos deliciosos dulces navideños.

A partir de aquí, las mujeres se ponían en funcionamiento: Ahí veríamos los ardiles de <<la Chispera>>, un puro nervio arropado de mandil y refajo, pelo recogido bajo un pañuelo negro, y aunque parecía que se la iba a llevar el viento, era una máquina incansable para llevar a cabo estos menesteres; mi <<chacha Ana María>> con el lebrillo de sangre, tan hacendosa siempre; la <<mama Perta>>, remangada, con el garbillo lleno de tripas para lavarlas junto al aljibe; mi abuela Águeda, nueras, sobrinas e invitadas. ¡Todas, manos a la obra! 

Esa noche se viviría un concurrido acontecimiento festivo entre participantes e invitados, cual era la degustación de las ricas morcillas recién sacadas de la caldera; entre bromas y chascarrillos, sin darle tregua a la bota de vino, que rondaba de comensal en comensal, se pasaría una agradable y divertida velada, bien merecida después de un día de mucho ajetreo. Eso sí, no había que descartar que algún miembro de la reunión, decidiera animarla poniendo <<púas picantes>>(2), provocando las risas de los asistentes o un pasajero enfado entre los más susceptibles.

El animal sacrificado, abierto en canal y suspendido del techo, permanecería aquella noche en la estancia más fría y ventilada del cortijo, hasta la mañana siguiente en que el matarife procedía a despedazarlo. Ahora tocaba el tratamiento y preparación de otros productos como la elaboración de los embutidos – longanizas, chorizos, salchichones, butifarras y morcones - que junto con las mantas de tocino se colgarían en alguna dependencia destinada al efecto. Daba gusto ver aquellas cañas llenas de embutidos o las finas vetas de magra de las citadas mantas, que más tarde irían consumiéndose, trozo a trozo, colocados encima del pan, cortados con la navaja y acompañados de unos ajos frescos y el vino del país. 

La segunda jornada de matanza también tenía su parte festiva; a medio día se cocinaría una buena sartenada de migas, acompañadas de las preceptivas <<tajás>> de carne y morcilla, entre otras cosas. Los niños pululando cerca de la chimenea a ver si caía algún <<pegao>>(3) o investigando dónde estaba la arquilla de mantecados y rollos para hacerle una visita de vez en cuando. Mi abuelo Alonso y el tío Nicolás, acomodados en sus respectivas butacas, felices y entretenidos por el bullicicio y el trajín...En fin. Colocábase la sartén sobre las trébedes y sentados en sillas y posetes alrededor de la misma, entre trago y trago del porrón, los comensales darían cuenta de esas nutritivas migas; así repondrían fuerzas para continuar y rematar la faena, hasta dar por concluido este evento invernal. Después tocaría la limpieza de la casa y de los apechusques que serían aparcados en algún rincón, quedando a la espera de ofrecer sus servicios el año venidero.

Pero no acababa aquí la cosa: ahora empezaba <<otra matanza>>: aquella en la que <<el chino>> era una palera y que los niños reproducíamos fielmente en nuestros juegos, tras haber observado con detalle cada uno de las actuaciones de los adultos. Así estaríamos preparados y entrenados para recoger el testigo cuando llegara el momento de efectuar la <<matanza de verdad>>.

Ahora sí podemos dar por concluido uno de los acontecimientos domésticos y semifestivos de mayor transcendencia vital para la familia, ya que suponía un recurso alimenticio de primer orden, que aportaba a la despensa una carne de excelente calidad para ser consumida a lo largo del año. Allí, en <<el Cortijo de Alonso>> se trabajaba mucho, pero también se comía y se bebía sin miseria; era un hombre espléndido y bondadoso, con un gran corazón y muy humano. ¡Era <<un gran hombre>>!

 Lo dice uno de sus nietos.

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(1) Chino: Forma coloquial con que designamos al cerdo.

(2) Se trataba de colocar, en un lugar escondido de la estancia, un recipiente metálico que contenía unas brasas, a las que se le añadía un puñado de semillas de pimiento picante; la inhalación del humo de la combustión producía picor de garganta, tos o alguna que otra ventosidad.

(3) Un <<pegao>> era un trocito delgado de masa que se pegaba en la sarten mientras se cocinaban las migas y que generalmente, gustaba mucho a los niños.