lunes, 17 de noviembre de 2014

DE EDUCACIÓN Y CIVISMO. Por Alonso Martos.


 Parafraseando a Bécquer podría decir que "hoy las he visto y me he alegrado; hoy creo en la educación". En efecto, han sido tres niñas, de unos diez años, que iban comiendo chucherías y, una de ellas, se ha desplazado ¡alrededor de cincuenta metros!  para depositar la bolsa vacía en el contenedor de la basura.

Hace unos días, también observé  cómo un padre recriminaba a su hija el haber lanzado un papel al suelo y le hizo recogerlo y depositarlo en otro contenedor.
Estos hechos merecen ser resaltados porque, desgraciadamente, son infrecuentes, entre otras razones, porque en las calles de mi pueblo, Overa, no hay papeleras.
 
¡Os felicito, niñas! ¡Enhorabuena, papá! Eso se hace:  habéis dado un ejemplo de educación y de civismo.
Uno de los indicadores más fiables de la educación y la cultura de una persona es el respeto y la consideración que dicha persona muestra  por lo público. En este sentido, un infalible indicio de barbarie es considerar que lo que es de todos no es de nadie y por tanto, puede ser despreciado y maltratado sin reproche cívico alguno. Son esos individuos, con tan poca sal en la mollera, que creen que no les caerá encima su saliva si escupen para arriba. Cuando se dejan encendida la luz de un lavabo público, pongamos por caso, ¿pensarán que no van a pagar la factura? Bueno... a lo mejor eso de “pensar” no va mucho con ellos.
 
Quizás pueda afirmarse que por el número de barrenderos de un pueblo, deduciremos la cultura de sus gentes.


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