martes, 28 de enero de 2014

LA NOCHE DE LAS LUMBRES. Por Alonso Martos.

 
Se celebra el  2 de febrero, día de la Candelaria, o el  8 del mismo, en el pueblo de Huércal-Overa(*).

Desde la antigüedad, los agricultores han considerado el 2 de febrero - mitad del invierno - como un día clave para la predicción del tiempo en lo que resta de dicha estación. Para esta fecha, los días tienen una hora más - "por san Blas, una hora más" - y las noches se van acortando, después de dejar atrás la primera mitad del invierno, más fría y oscura. Es el momento de volver a sembrar los campos, pero hay que estar seguros del tiempo que nos aguarda antes de depositar la semilla.
 
El refranero, que es un poso de sabiduría popular, nos dice que si por estas fechas llueve, las heladas no volverán, pero si hace sol o no ha nevado y quiere nevar, el invierno está por comenzar. Así mismo, nos aconseja la atenta observación del sueño de los osos.  Y es que, por estas fechas, los plantígrados despiertan de su letargo invernal; si al asomarse fuera de su guarida ven claridad – luna llena – regresan a su estado letárgico porque el invierno se prolonga; por el contrario, si predomina la oscuridad – luna nueva – inician su actividad, barruntando que la primavera se acerca y con ella, el renacimiento de la vida animal y vegetal.
 
En los países de tradición católica se celebra el “Día de la Candelaria”, que es la fiesta de la purificación de María y la presentación de Jesús en el Templo. La ley judía prescribía que toda mujer debía presentarse en el Templo para purificarse a los cuarenta días de dar a luz. Es la fiesta de la Luz y las Candelas: Cristo, la Luz del mundo, ilumina a todos como las velas o las candelas, que son bendecidas y guardadas en las casas para alejar los malos espíritus y las tormentas que pueden dañar las cosechas. El fuego, no sólo ilumina, sino que ejerce también una función purificadora.

Ya los romanos celebraban fiestas paganas donde el pueblo pedía el retorno de la luz en el momento más oscuro del invierno , las cuales culminaban con la celebración de la fiesta del fuego (en febrero); pues como el sol con sus rayos, el fuego con sus llamas simbolizaba la acción fecundante, purificadora e iluminadora.
 
Joven saltando la lumbre.
Hace unos años, la semana anterior a la fiesta, los niños arrastrábamos hasta una era jorros de zarzas secas , procedentes de la limpieza de los caballones de los bancales o leña de la tala de árboles. Había una cierta competencia por ver qué lumbre sería más grande.

Así que íbamos amontonando con una horca la mayor cantidad posible de leña para que nuestra fogata fuese la que alcanzase las llamas más altas y hermosas. Alrededor del montón le poníamos cañas con esparragueras porque crepitaban y chisporroteaban al arder, simulando unos minifuegos artificiales. Los muchachos saltábamos la lumbre, habiendo muchos atrevidos que salían chamuscados.
 
En Overa, por estas fechas, los osos también salían de su letargo. Y es que, asociada a este evento, estaba la costumbre de disfrazarse de estos animales. Dos jóvenes se cubrían el cuerpo con zaleas (Pieles de oveja o carnero que conservaban la lana) y el osero que los conducía, atados con cuerdas de esparto. Estos seres maléficos, aprovechaban la oscuridad de la noche y el bullicio alrededor de la lumbre, para abrazar a las mozas.
 
Esta tradición está a punto de desaparecer, si no lo remediamos. No hace mucho que el consistorio donaba un jamón y una garrafa de vino  y se hacía una lumbre. Pero últimamente no ha habido ni jamón ni fogata, por lo que podría deducirse que sin jamón no hay celebración. Y como en el "campo" siempre tenemos a mano algún dicho  para estas situaciones, valga éste que afirma que "arreglados están el amo y la burra, si ésta tiene que andar a fuerza de palos". Pues eso: poco futuro van a tener  las tradiciones que se han de mantener a base de jamones.

 
(*)  En el pueblo de Huércal-Overa, se conmemora el traslado del Santísimo y las imágenes sagradas de la antigua parroquia, situada junto a la carretera nacional, a su actual emplazamiento. Este hecho ocurrió el día 8 de febrero de 1739 y los vecinos , de forma espontánea, encendieron hogueras para iluminar el trayecto, lo cual se repite desde entonces.

Pero no siempre fue así; históricamente, también los huercalenses celebraban el día de la Candelaria o de las candelas. De ello da testimonio nuestro ilustre juez e historiador local, D. Enrique García Asensio, quien afirma que <<Desde tiempo inmemorial, el Ayuntamiento concurrió en corporación á las fiestas de la Candelaria, costeando de los fondos de propios la cera, (que traían de Lorca). En el año 1590 trajeron 10 candelas de peso de media libra cada una; y en 1593 se elevó la cera á 8 libras>>. (1)

Por tanto, el día 2 y el 8 de febrero se conmemoran acontecimientos diferentes. Y bien sea por la proximidad en el tiempo, por el hecho común de encender hogueras o por el desconocimiento de nuestras tradiciones, hay personas que confunden ambas fiestas .

(1) García Asensio, Enrique: Historia de Huércal-Overa y su comarca. Murcia, 1908.
 

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