sábado, 4 de enero de 2014

"ESPAÑA CONTRA CATALUÑA". Por Alonso Martos.

Con este título, algún despistado podrá pensar que  me estoy refiriendo a un   partido amistoso de fútbol  entre  la "plurinación" y una de sus "nacionalidades". Un partido de confraternización - de esos que se juegan por Navidad - a ver si arreglamos esto de  la "desafección" y hallamos el "acomodo" y el "encaje", que en mi pueblo es de bolillos y en otros "países", de naciones. Pero no fue un evento deportivo, sino un simposio de historia: "Una mirada histórica (1714-2014)". Una mirada - un tanto maniquea - y un simposio - banquete o festín, en su origen etimológico griego - donde algunos de sus participantes se dieron un atracón de sectarismo victimista.

Varias ponencias hablaban de "opresiones, represiones, persecuciones y expolios" de Cataluña por parte de España, en todos los ámbitos: político, administrativo, económico, cultural... durante tres siglos. No faltaron los historiadores de prestigio, que calificaron el citado simposio de "disparate" - Jonh H. Elliot - y tampoco quien pensara que era la expresión "de un victimismo enfermizo que solo atizaba el odio hacia España". Sin embargo, sus organizadores aseguraron que se basaban en "realidades históricas objetivas no cuestionables".

Los que hemos vivido y estudiado en la época franquista, sabemos muy bien que las "causas nacionales" tienen sus "intelectuales orgánicos", los cuales ponen  "su verdad histórica" al servicio de las mismas. Sería ocioso e ingenuo  pedirles ecuanimidad a estos "intelectuales", pero sí cabría advertirles que "la verdad, como dice O. Wilde, raras veces es simple y nunca es pura".

Admitamos  que los Borbones, en su intento de construir un Estado unitario y centralizado a imagen del francés, quisieran contrarrestar todas aquellas fuerzas o elementos que pudieran entorpecer u oponerse a su propósito. Y aclaremos, también, que no podemos juzgar estos hechos desde la perspectiva y la escala valorativa actual.

 Ahora bien, ¿puede decirse, sin faltar a la "verdad", que una de las regiones más ricas de España y su motor económico ha sido "oprimida y expoliada" por ésta, durante trescientos años? ¿Se puede hablar de "asfixia económica" de una región con un PIB per cápita próximo al de Alemania y que supone casi el doble del de Extremadura?

 Cualquier persona con el "título de la primera comunión", sabe que esto no cuadra. Por afición a la Historia, un servidor ha pasado algunas horas en la Facultad de Geografía e Historia de la prestigiosa  Universidad de Barcelona. En sus aulas,  he oído por boca de catedráticos  y doctores no menos prestigiosos, entre otras cosas, que:
 
- La Guerra de Sucesión  fue una guerra dinástica entre los Borbones y los Austrias en cuyos bandos respectivos luchaban catalanes. Por ejemplo, la Universidad de Cervera la mandó construir Felipe V para premiar el apoyo de esta ciudad ilerdense a la causa borbónica.También tuvo carácter internacional y fue  una contienda europea donde se dilucidaba, realmente, el dominio del continente. Los catalanes no luchaban por defender "su nación" puesto que el concepto moderno de nación nace con la Revolución Francesa más de medio siglo después.

- Con el Decreto de Nueva Planta se suprimieron las constituciones y fueros de la Corona de Aragón y se puso fin a los privilegios feudales, favoreciendo el ascenso de la burguesía.

-  Carlos III permitió el comercio con América, lo que facilitó la industrialización y el desarrollo económico de Cataluña como nunca antes había sucedido. Pierre Vilar considera el siglo XVIII como el período feliz de Cataluña.
 
 - En el siglo XIX, se produce una eclosión cultural con el movimiento de la Renaixença. En un artículo de el Periódico, Francisco de Sert afirma que "Catalunya bajo los Borbones recupera el esplendor artístico y cultural, debido al auge económico perdido en siglos. Barcelona con la Exposición Universal de 1888 al igual que un siglo después con los JJ.OO. del 92 bajo la segunda Restauración Borbónica, encuentra su lugar en el mundo".

- Durante este período se crea un mercado español y la burguesía catalana hace que el gobierno imponga un fuerte proteccionismo para preservar su industria: fuertes aranceles a la importación de productos industriales. Casi toda España se convierte en un mercado cautivo para los productos catalanes y las regiones pobres, en proveedoras de mano de obra barata  para la industria catalana.

En 1827, se impusieron altos aranceles a los hilados de algodón, medida que favorecía a los industriales algodoneros. El aprovechamiento por parte del comercio catalán de este nuevo marco institucional que se iba construyendo en los años veinte y treinta del siglo XIX, estuvo estrechamente ligado a los avances de la industrialización textil algodonera de este período (Las famosas indianas de la fábrica Bonaplata).

- En 1950, en plena dictadura franquista, el INI - Instituto Nacional de Industria - decide instalar en Barcelona la fábrica de automóviles SEAT (Sociedad Española de Automóviles de Turismo), una empresa pública y , por tanto, de todos los españoles.
 Todavía en 1980, cualquier español tenía que pagar un arancel del 36% (que podía llegar hasta un 60%  real, con el impuesto de compensación y de lujo) si quería comprar un coche de importación. Lo cual hacía que tuviera que adquirir un vehículo fabricado en España -  Pongamos por caso, un Seat -.Y cuando la empresa ya estaba agonizando, fue reflotada con miles de millones de pesetas - dinero público y por tanto de todos los españoles -  para salvar los puestos de trabajo y venderla a Volkswagen.
 
En fin, que el 80% de los productos catalanes se vendían en el mercado español. Hoy, probablemente, sean más del 50%,  pero los paladines de las "balanzas" suelen silenciar que el superávit comercial de Cataluña con el resto de España es de unos 20.000 millones de euros.
 
En los años 70 en la citada Facultad  predominaba el paradigma marxista, según el cual el motor de la historia era la lucha de clases. La opresión y la explotación se daban entre las personas; entre los burgueses y los proletarios. La confrontación de intereses entre estos dos grupos sociales no se limitaba a una nación: era universal - el llamado internacionalismo proletario -. El nacionalismo era una ideología reaccionaria, utilizada por la burguesía para distraer al proletariado de la verdadera lucha por la justicia social. 

Con el tiempo, esta forma de análisis histórico - el materialismo histórico - fue "cayendo en desgracia" y sigilosamente se instaló, lo que podríamos denominar, el "paradigma nacionalista". Ahora, son las naciones los motores de la historia; se oprimen y  se explotan unas a otras; hablan un idioma propio, se encuentran cómodas o incómodas... Asistimos, pues, a la personificación de ese ente metafísico - la Nación - por la que, además, sólo pasa la historia para reafirmarla y justificarla. 

Parece haber una confluencia de intereses entre los distintos grupos sociales: la lucha en favor de la "nación oprimida". Es la llamada "transversalidad". Estamos a punto de realizar el sueño falangista: Empresarios y trabajadores están unidos por una conjunción de intereses al servicio de la nación. Los proletarios no tienen cadenas que romper; deben formarlas de la mano de los burgueses para que "nuestra nación" pueda liberarse de la "nación opresora". Hay una coincidencia de intereses entre los ricos y los pobres: entre los potentados de Pedralbes y los que cuidan el jardín de sus mansiones. Todos piensan que tienen derecho a  decidir su futuro y quieren ejercerlo.

Es evidente que cualquiera lo quiere, pero ¿tendrán los mismos intereses los que ordenan los recortes y los que tienen que padecerlos? ¿Querrán decidir lo mismo en política de salarios, en sanidad, pensiones o educación?

Parece ser que esto, ahora, "no toca". Los burgueses y sus representantes políticos sólo quieren que se decida sobre "cuestiones nacionales"; los asuntos relacionados con la  justicia social ya se resolverán cuando la "nación sea libre". 

Y es que los poderosos son grandes "magos"  cuya habilidad principal consiste en  conseguir que sus intereses sean percibidos, por la mayor parte de la sociedad, como intereses generales. Con toda clase de "polvos mágicos" nos hacen ver que "su bien" es el "bien común". Nos "encantan" y nos "emboban", haciéndonos mirar a las banderas y mientras, por "arte de magia", nos limpian los bolsillos.

En una región donde obran el milagro de hacer que llueva en el Estado, para que no lo haga sobre "España", estos señores no tienen el menor empacho en usar el "innombrable" para añadirle "cariñosos predicados": España oprime... España expolia... Y digo yo que, en caso de "oprimir y expoliar", el agente será el Estado español, ¿no? Porque si es España... ¿A qué España se refieren? ¿A la extremeña? ¿A la murciana? ¿A la gallega? ¿A la andaluza, tal vez? Y si el agente opresor y expoliador ha sido el Estado, y éste se concreta en instituciones regentadas por personas, cabrá deducir que, en última instancia, habrán sido éstas - de carne y hueso - las que se han apropiado del fruto del sudor de sus congéneres.

Siendo así, alguien podría pensar que  las élites políticas catalanas también han expoliado al conjunto de ciudadanos. Pero no, que nadie lo piense; las culpas de "las penalidades  del pueblo" las tiene la "nación opresora". Ahora resulta que, como dice Félix de Azúa, "la tarea de la Historia es descargarnos de culpa o echársela a otros". Las clases dominantes , que han ejercido el poder en Cataluña, durante años, y que en no pocas ocasiones se han aliado con sus homónimas "españolas", no son responsables de la situación actual.

Es paradójico, pero nadie "favorece" más a los  gobernantes que el "odiado enemigo", el cual carga con todas las culpas.

En fin, amigos, concluyo compartiendo  con vosotros unas palabras del catedrático de historia  Álvarez Junco: "Las propuestas políticas, por radicales que sean, son legítimas, siempre que no se basen en la coerción sobre los demás. Pero no lo es la deformación del pasado. Si la nación fuera un ser vivo e individual —que no lo es—, podríamos parodiar la situación diciendo que si un día alguien quiere separarse de su pareja, porque ha dejado de quererla o se ha enamorado de otra persona, tiene derecho a ello. Pero que no es necesario —ni legítimo— que añada que a lo largo de todos estos años nunca la quiso y que solo se unió a ella porque le pusieron una pistola en la espalda. Si lo que se quiere es plantear una demanda política, hágase. Pero no nos obliguen a reformular la narración histórica para adecuarla a esa demanda".

Pues eso.

 

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