Desde
diferentes
medios de comunicación de transmisión oral o escrita, nacionales o
locales, me han llegado estas dos punchas que se me han clavado en
la lengua.
Parece
ser que algunos ayuntamientos construyen, arreglan o reforman el
“acerado”
(DRAE. Acerado:
de acero.).
Y como suponía que se referían a las aceras, me he alarmado
sobremanera por el dispendio que supone para la hacienda pública las
aceras de acero. ¡Para eso estamos!
No
obstante, he de comunicar que, por si a algún ínclito edil le había
dado un “ súbito ataque de ostentación,” me he dejado la vista
buscando el duro acero y no ha aparecido por ningún sitio. A decir
verdad, a veces, tampoco las aceras; las cuales brillan, no como el
metal, sino por su ausencia.
Por
otro lado, estando en tierra de procesiones, he oído y leído hasta
la saciedad cómo santos, legionarios, etc, “procesionaban”
por las calles de nuestros pueblos y ciudades. Como no recordaba
haber conjugado en la escuela el verbo “procesionar”
, nuevamente recurro al DRAE y me responde que esta palabra no
existe en español. ¡Estos académicos no están puestos en el
asunto!
Y
digo yo, ¿no podemos ir por la acera, en lugar de caminar por el
“acerado”?
¿Por qué tenemos que “procesionar”
a nuestros santos, pudiendo sacarlos en procesión?
Curiosamente,
acabo de escuchar en Canal Sur que varios vecinos de un pueblo se han
caído a causa del mal estado del “acerado”. ¿Veis?
Si en lugar de caminar por el acerado, lo hubiesen hecho por la acera de toda la vida, habrían evitado el percance. Empieza uno con estas extravagancias y luego pasa lo que pasa.
Se
equivoca quien piense que estas palabras son usadas por personas
incultas, poco alfabetizadas o por algunos desertores de la ESO. Más
bien, al contrario; y pienso que su intención será la innovación y
la creatividad lingüística.
Sabemos
que el lenguaje se va renovando, adopta nuevos vocablos y relega al
desuso u olvido a otros; es algo vivo que evoluciona con las épocas,
las personas y los cambios sociales.
Me
parece bien que le demos trabajo a nuestros académicos, pero con
moderación y seso. Porque, claro, podemos empezar “procesionando”
y andando por el “acerado”
y terminar “cocheando”
por el “calleado”.
De
todas formas, como diría D. Quijote, dejemos que el uso y el vulgo –
que es quien tiene poder sobre la lengua – vaya introduciendo, con
el tiempo, los vocablos que estime oportunos.
Cuando se publicó el artículo, el verbo procesionar no estaba admitido por la RAE, actualmente, sí lo está.
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