miércoles, 13 de abril de 2016

LOS PAVOS REALES, UNA SEÑA DE IDENTIDAD DE OVERA. Por Alonso Martos.


Overa ha sido agraciada con la fuente de la vida: el agua.
Foto: Lola Zurano.

Overa ha sido vista, tradicionalmente, como un "refrigerante oasis" en el desierto almeriense. Y es que, rodeados de sequía y aridez, aquí hemos sido agraciados con el agua, que es la fuente de la vida. 
El verdor de nuestros naranjales, el aroma de su azahar, el "porte de sus africanas palmeras" o el "celestial canto"(1) del ruiseñor, han hecho de nuestra localidad un miniparaíso del que las personas de mi generación hemos podido disfrutar. Y en este idílico lugar, no podían faltar las aves que le son propias: El pavo real,  considerado como una de las  aves del Paraíso.

Puede decirse, pues, que j
unto al verde paisaje, el Puente de Hierro o el Castillo, los pavos reales han sido una de las señas de identidad de Overa.  Sabemos que el Pavo cristatus - pavo crestado -  no es un ave autóctona, sino originaria de la India, pero ha estado conviviendo con nosotros más de un siglo, desde que fuera introducido en las fincas del Padre Ayas y de D. Pepe Molina(2), en el último tercio del siglo XIX. En efecto, ya en 1893, queda atestiguada la presencia en nuestro pueblo de estos hermosos animales. Así podemos leer en un periódico provincial: <<Con destino a la rifa de Beneficencia que, para la construcción de los Asilos de noche, organiza la Real Junta de Damas de la Sociedad Económica, se han recibido, en casa de Doña Matilde Massa de Martín Toro, los donativos siguientes: ... Una gallina de Guinea, una liebre, un pavo real y tres caballetes bomboneras todo de sorpresa, de los Sres. Joaquín Amérigo, D. José Molina Ayas y D. José Rodríguez Ferrer>> (3).

Las referidas propiedades agrícolas, de gran extensión y pobladas con variedad de árboles frutales - naranjos, mayoritariamente - ofrecían un hábitat lo suficientemente atractivo como para que estas nobles aves pudieran  vivir libremente en estado semisalvaje. Además de abundante sustento, disponían de grandes árboles - pinos, encinas, alatoneros - en los que pernoctar y ponerse a salvo ante un eventual peligro. Hubo épocas en que llegaron a contabilizarse, entre machos y hembras, varias docenas de individuos que convivían, a su vez, con una reducida colonia de gallinas de Guinea, algunos patos y gansos domésticos.

En más de una ocasión oí decir que los pavos reales no sólo desempeñaban un papel ornamental, por su majestuosa belleza, sino que además eran "aves guardianes" que alertaban, con su potente graznido, de la presencia de intrusos. Asimismo se afirmaba que, junto a las citadas gallinas, servían para combatir la langosta.


El Oasis de Overa. Foto: J. Pardo.



Pues bien, amigos, yo tuve la suerte de poder vivir mis primeros años en uno de esos lugares paradisíacos  con que nos deleita nuestro pueblo: la antedicha finca de D. Pepe. Allí, rodeado de gran variedad de plantas y animales, disfruté de la belleza que el medio me ofrecía y observé, con toda libertad, aquello que despertaba la curiosidad de un niño: entre otras cosas, "el baile del cortejo del pavo real" o, para designarlo con nuestras palabras, cómo hacía "la rueda" este exótico animal.

También la primavera altera la sangre de estas bellas aves; es la época de deshojar la margarita y elegir la pareja. Cuando el macho advierte la presencia de la pava, despliega todas sus dotes de seducción: Henchido de orgullo y vanidad por su belleza, comienza haciéndose el interesante, pavoneándose con unos suaves y chulescos movimientos, picoteando alguna semilla e invitándola a “tapear”. Una vez que la distancia se reduce, eleva su larga y hermosa cola, la abre espectacularmente en forma de abanico y se inicia la danza. Retrocede, ”un pasito p'alante, María/ un, dos, tres/ un pasito p'atrás”; da lentas y delicadas vueltas hacia su posible compañera y después gira en redondo para impresionarla. Al mismo tiempo va agitando las alas, que hacen de castañuelas, para mantener su atención. Cuando el galán cree haber cautivado el corazón de la dama, se queda quieto mirándola fijamente, empieza a vibrar con fuerza las plumas de la cola para afirmar su belleza y acabar de hipnotizarla . Una vez que la hembra expresa “el sí quiero” concluye el baile nupcial y, como aquí no hay tiempo que perder, rápidamente se pasa a la noche de bodas.
 

Baile del cortejo del pavo real. Este animal
ha sido una de las singularidades de Overa.
Quienes afirman que el físico o el traje de los galanes no importan a la hora de entablar relaciones amorosas, se equivocan estrepitosamente. Las damas se fijan mucho en el color o la "marca de la ropa". Roz Dakin, investigadora de la Universidad de Queen (Canadá) afirma que “el número de ocelos (ojos) del plumaje de la cola de los machos, condiciona su éxito a la hora de conquistar a las hembras. Incluso escogen una posición estratégica frente a la luz del sol para que sus colores destaquen más”. Cuantos menos ojos exhibe el pretendiente, más probable es que sea rechazado. Supongo que también influirá si es un buen “bailaor o un patoso”.

Pasada la luna de miel y como el casado casa quiere, hay que buscar el sitio donde hacer el nido. Deberá ser un lugar recóndito e inaccesible para evitar a sus depredadores. Puestos los huevos y tras  el período de incubación - sólo por la hembra -, habrá aumentado la familia con unos preciosos polluelos color tierra - para mimetizarse con el entorno - y más vivos que el hambre.

Nada más llegar a este mundo, empiezan a recibir las primeras lecciones de la mejor maestra, la madre, las cuales aprenden con inusitada presteza. Las enseñanzas iniciales, como es natural, están relacionadas con la supervivencia: buscarse la comida y saber esquivar a los enemigos. Con paciencia maternal y una esmerada didáctica, pronto aprenderán a ganarse las habichuelas, así como a encaramarse en las copas de los grandes árboles, donde han de dormir o refugiarse ante cualquier sobresalto.

Durante la infancia y juventud el plumaje de los machos es parecido al de las hembras; habrá de transcurrir más de un año hasta que lleguen a la edad adulta y les crezca la preciosa y larga cola secundaria, confeccionando así su elegante traje para poder lucirlo en los bailes de gala. También lo renovarán cada año y por eso en la época del "desplumaje o espeleche", antes del verano, los overenses recogíamos sus bellas plumas para formar vistosos ramos que exhibíamos en nuestras casas. Quizás sin saberlo, habíamos introducido en nuestro hogar ese ramito de belleza, gloria, inmortalidad y sabiduría que es con lo que se asocia a este icónico animal en la mayoría de las culturas.

El deterioro  y abandono de su hábitat tradicional ha motivado que, actualmente, no podamos observarlos en libertad; esperemos que algún día vuelva a florecer el oasis overense y puedan retornar para deleitarnos con sus bailes de cortejo; bailes que según dicen, han inspirado algunos pasos de muchas danzas folclóricas. Y es que las personas también aprendemos de ellos o, como diría la canción, a veces “queremos ser civilizados como los animales”.


(1) Palabras de D. Enrique García Asensio dedicadas a Overa, en Historia de Huércal-Overa y su comarca.
(2) D. Antonio Ayas Sánchez - el Padre Ayas - y D. José Molina Sánchez, cuñados y naturales de Montejícar (Granada).
(3) Desconozco quién era D. José Rodríguez Ferrer, pero D. José Molina Ayas era  hijo de D. José Molina Sánchez y de Dña. Ana Ayas Sánchez, el matrimonio fundador de la casa y finca de D. Pepe. D. Joaquín Amérigo, era yerno del citado matrimonio. Esta rica familia hacía muchas obras benéficas de las que, con frecuencia, Doña Ana  era protagonista.
 

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