¿No
se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no
se lee?(*)
Terrible
y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero
más ardua cosa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no
se ha escrito.
¡Mal
haya, amén, quien inventó el escribir! Dale con la civilización, y
vuelta con la ilustración. (…)
¡Oh
ingenios limpios los que nada tienen que enseñar! ¡Oh
entendimientos claros los que nada tienen que aprender! ¡Oh felices
aquellos, y mil veces felices, que o todo se lo saben ya, o todo se
lo quieren ignorar todavía! (…)
Los
hombres que no supieron, y los hombres que saben, todos son hombres
(…). Convencidos sin duda de esta importante verdad, puesto que los
mismos hemos de ser, ni nos cansamos en leer, ni nos molestamos en
escribir en este buen país en que vivimos.
¡Oh
felicidad la de haber penetrado la inutilidad del aprender y del
saber!
Mira
aquel librero ricachón que cerca de tu casa tienes. Llégate a él y
dile:
- ¿Por qué no emprende usted una obra de importancia? ¿Por qué no paga bien a los literatos para que le vendan sus manuscritos?
- ¡Ay, señor! - te responderá-. Ni hay literatos, ni manuscritos, ni quien los lea (…)
- Pero ¿no se vende?
- ¿Vender? Ni un libro: ni regalados los quiere nadie;(...). ¡Si fueran billetes para la ópera o los toros...!
¿Conoce
usted a aquel señorito que gasta su caudal en tiros y carruajes (…)
Mil reales gasta al día, dos mil logra de renta: ni un solo libro
tiene, ni lo compra, ni lo quiere. (…)
Lucidos
quedamos (…) La mitad de la gente no lee porque la otra mitad no
escribe, y ésta no escribe porque aquella no lee.
Y
ya ves tú que por eso a los batuecos ni nos falta salud ni buen
humor, prueba evidente de que entrambas cosas ninguna falta nos hacen
para ser felices. Aquí pensamos como cierta señora, que viendo
llorar a una parienta suya porque no podía mantener a su hijo en un
colegio, le dijo:
-
Calla tonta, mi hijo no ha estado en ningún colegio y, a Dios
gracias, bien gordo se cría y bien robusto.
Y para confirmación de esto mismo, un diálogo quiero referirte que
con cuatro batuecos de éstos tuve no ha mucho, en que todos vinieron a
contestarme en sustancia una misma cosa, concluyendo cada uno a su tono y
como quiera:
-Aprenda usted la lengua del
país -les decía-. Coja usted la gramática.
-La parda es la que
yo necesito -me interrumpió el más desembarazado, con aire zumbón y de chulo,
fruta del país-: lo mismo es decir las cosas de un modo que de otro.
-Escriba usted la lengua con
corrección.
-¡Monadas! ¿Qué más dará
escribir vino con b que con v? ¿Si pasará por eso de ser
vino?
-Cultive usted el latín.
-Yo no he de ser cura, ni
tengo de decir misa.
-El griego.
-¿Para qué, si nadie me lo ha
de entender?
-Dése usted a las
matemáticas.
-Ya sé sumar y restar, que es
todo lo que puedo necesitar para ajustar mis cuentas.
-Aprenda usted Física. Le
enseñará a conocer los fenómenos de la Naturaleza.
-¿Quiere usted todavía más
fenómenos que los que está uno viendo todos los días?
-Historia natural. La botánica
le enseñará el conocimiento de las plantas.
-¿Tengo yo cara de herbolario?
Las que son de comer, guisadas me las han de dar.
-La zoología le enseñará a
conocer los animales y sus...¡Ay! ¡Si viera usted cuántos animales conozco ya!
-La mineralogía le enseñará el conocimiento de los metales, de los...
-Mientras no me enseñe dónde
tengo de encontrar una mina, no hacemos nada.
-Estudie usted la
geografía.
-Ande usted, que si el día de
mañana tengo que hacer un viaje, dinero es lo que necesito, y no geografía; ya
sabrá el postillón el camino, que ésa es su obligación, y dónde está el pueblo a
donde voy.
-Lenguas.
-No estudio para intérprete:
si voy al extranjero, en llevando dinero ya me entenderán, que esa es la lengua
universal.
-Humanidades, bellas
letras...
-¿Letras?, de cambio: todo lo
demás es broma.
-Siquiera un poco de retórica
y poesía.
-Sí, sí, véngame usted con coplas; ¡para retórica estoy yo! Y si
por las comedias lo dice usted, yo no las tengo de hacer: traduciditas
del francés me las han de dar en el teatro.
-La historia.
-Demasiadas historias tengo yo
en la cabeza.
-Sabrá usted lo que han hecho
los hombres...
-¡Calle usted por Dios! ¿Quién
le ha dicho a usted que cuentan las historias una sola palabra de verdad? ¡Es
bueno que no sabe uno lo que pasa en casa...!
Y por último
concluyeron:
-Mire usted -dijo el uno-,
déjeme usted de quebraderos de cabeza; mayorazgo soy, y el saber es para los
hombres que no tienen sobre qué caerse muertos.
-Mire usted -dijo otro-, mi
tío es general, y ya tengo una charretera a los quince años; otra vendrá con el
tiempo, y algo más, sin necesidad de quemarme las cejas; para llevar el
chafarote al lado y lucir la casaca no se necesita mucha ciencia.
-Mire usted -dijo el tercero-, en mi familia nadie ha estudiado,
porque las gentes de la sangre azul no han de ser médicos ni abogados, ni han de
trabajar como la canalla... Si me quiere usted decir que don Fulano se
granjeó un gran empleo por su ciencia y su saber, ¡buen
provecho! ¿Quién será él cuando ha estudiado? Yo no quiero degradarme.
-Mire usted -concluyó el
último-, verdad es que yo no tengo grandes riquezas, pero tengo tal cual letra;
ya he logrado meter la cabeza en rentas por empeños de mi madre; un
amigo nunca me ha de faltar, ni un empleíllo de mala muerte; y para ser
oficinista no es preciso ser ningún catedrático de Alcalá ni de Salamanca.(...)
De estas poderosas razones trae su origen el no
estudiar, del no estudiar nace el no saber, y del no saber es secuela
indispensable ese hastío y ese tedio que a los libros tenemos, que tanto redunda
en honra y provecho, y sobre todo en descanso de la patria. (...)
No es aquí, en fin, profesión el
escribir, ni afición el leer; ambas cosas son pasatiempo de gente vaga y mal
entretenida: que no puede ser hombre de provecho quien no es por lo menos tonto y
mayorazgo.(...)
(*) Mariano José de Larra: Artículos de Costumbres. (Carta a Andrés, escrita desde las Batuecas por <<El Pobrecito Hablador>>. Primer tercio del siglo XIX).
(*) Mariano José de Larra: Artículos de Costumbres. (Carta a Andrés, escrita desde las Batuecas por <<El Pobrecito Hablador>>. Primer tercio del siglo XIX).
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