martes, 2 de abril de 2013

IGNORANCIA Y DESPRECIO DEL SABER. Según M. J. de Larra.


¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?(*)
 
 

Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero más ardua cosa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no se ha escrito.
¡Mal haya, amén, quien inventó el escribir! Dale con la civilización, y vuelta con la ilustración. (…)
¡Oh ingenios limpios los que nada tienen que enseñar! ¡Oh entendimientos claros los que nada tienen que aprender! ¡Oh felices aquellos, y mil veces felices, que o todo se lo saben ya, o todo se lo quieren ignorar todavía! (…)
Los hombres que no supieron, y los hombres que saben, todos son hombres (…). Convencidos sin duda de esta importante verdad, puesto que los mismos hemos de ser, ni nos cansamos en leer, ni nos molestamos en escribir en este buen país en que vivimos.
¡Oh felicidad la de haber penetrado la inutilidad del aprender y del saber!
Mira aquel librero ricachón que cerca de tu casa tienes. Llégate a él y dile:
  • ¿Por qué no emprende usted una obra de importancia? ¿Por qué no paga bien a los literatos para que le vendan sus manuscritos?
  • ¡Ay, señor! - te responderá-. Ni hay literatos, ni manuscritos, ni quien los lea (…)
  • Pero ¿no se vende?
  • ¿Vender? Ni un libro: ni regalados los quiere nadie;(...). ¡Si fueran billetes para la ópera o los toros...!
¿Conoce usted a aquel señorito que gasta su caudal en tiros y carruajes (…) Mil reales gasta al día, dos mil logra de renta: ni un solo libro tiene, ni lo compra, ni lo quiere. (…)
Lucidos quedamos (…) La mitad de la gente no lee porque la otra mitad no escribe, y ésta no escribe porque aquella no lee.
Y ya ves tú que por eso a los batuecos ni nos falta salud ni buen humor, prueba evidente de que entrambas cosas ninguna falta nos hacen para ser felices. Aquí pensamos como cierta señora, que viendo llorar a una parienta suya porque no podía mantener a su hijo en un colegio, le dijo:
- Calla tonta, mi hijo no ha estado en ningún colegio y, a Dios gracias, bien gordo se cría y bien robusto.
Y para confirmación de esto mismo, un diálogo quiero referirte que con cuatro batuecos de éstos tuve no ha mucho, en que todos vinieron a contestarme en sustancia una misma cosa, concluyendo cada uno a su tono y como quiera:

-Aprenda usted la lengua del país -les decía-. Coja usted la gramática.
-La parda es la que yo necesito -me interrumpió el más desembarazado, con aire zumbón y de chulo, fruta del país-: lo mismo es decir las cosas de un modo que de otro.
-Escriba usted la lengua con corrección.
-¡Monadas! ¿Qué más dará escribir vino con b que con v? ¿Si pasará por eso de ser vino?
-Cultive usted el latín.
-Yo no he de ser cura, ni tengo de decir misa.
-El griego.
-¿Para qué, si nadie me lo ha de entender?
-Dése usted a las matemáticas.
-Ya sé sumar y restar, que es todo lo que puedo necesitar para ajustar mis cuentas.
-Aprenda usted Física. Le enseñará a conocer los fenómenos de la Naturaleza.
-¿Quiere usted todavía más fenómenos que los que está uno viendo todos los días?
-Historia natural. La botánica le enseñará el conocimiento de las plantas.
-¿Tengo yo cara de herbolario? Las que son de comer, guisadas me las han de dar.
    -La zoología le enseñará a conocer los animales y sus...
¡Ay! ¡Si viera usted cuántos animales conozco ya!
    -La mineralogía le enseñará el conocimiento de los metales, de los...
-Mientras no me enseñe dónde tengo de encontrar una mina, no hacemos nada.
-Estudie usted la geografía.
-Ande usted, que si el día de mañana tengo que hacer un viaje, dinero es lo que necesito, y no geografía; ya sabrá el postillón el camino, que ésa es su obligación, y dónde está el pueblo a donde voy.
-Lenguas.
-No estudio para intérprete: si voy al extranjero, en llevando dinero ya me entenderán, que esa es la lengua universal.
-Humanidades, bellas letras...
-¿Letras?, de cambio: todo lo demás es broma.
-Siquiera un poco de retórica y poesía.
-Sí, sí, véngame usted con coplas; ¡para retórica estoy yo! Y si por las comedias lo dice usted, yo no  las tengo de hacer: traduciditas del francés me las han de dar en el teatro.
-La historia.
-Demasiadas historias tengo yo en la cabeza.
-Sabrá usted lo que han hecho los hombres...
-¡Calle usted por Dios! ¿Quién le ha dicho a usted que cuentan las historias una sola palabra de verdad? ¡Es bueno que no sabe uno lo que pasa en casa...!
 
Y por último concluyeron:
-Mire usted -dijo el uno-, déjeme usted de quebraderos de cabeza; mayorazgo soy, y el saber es para los hombres que no tienen sobre qué caerse muertos.
-Mire usted -dijo otro-, mi tío es general, y ya tengo una charretera a los quince años; otra vendrá con el tiempo, y algo más, sin necesidad de quemarme las cejas; para llevar el chafarote al lado y lucir la casaca no se necesita mucha ciencia.
-Mire usted -dijo el tercero-, en mi familia nadie ha estudiado, porque las gentes de la sangre azul no han de ser médicos ni abogados, ni han de trabajar como la canalla... Si me quiere usted decir que don Fulano se granjeó un gran empleo por su ciencia y su saber, ¡buen provecho! ¿Quién será él cuando ha estudiado? Yo no quiero degradarme.
-Mire usted -concluyó el último-, verdad es que yo no tengo grandes riquezas, pero tengo tal cual letra; ya he logrado meter la cabeza en rentas por empeños de mi madre; un amigo nunca me ha de faltar, ni un empleíllo de mala muerte; y para ser oficinista no es preciso ser ningún catedrático de Alcalá ni de Salamanca.(...)
 
De estas poderosas razones trae su origen el no estudiar, del no estudiar nace el no saber, y del no saber es secuela indispensable ese hastío y ese tedio que a los libros tenemos, que tanto redunda en honra y provecho, y sobre todo en descanso de la patria. (...)
 
No es aquí, en fin, profesión el escribir, ni afición el leer; ambas cosas son pasatiempo de gente vaga y mal entretenida: que no puede ser hombre de provecho quien no es por lo menos tonto y mayorazgo.(...)


(*) Mariano José de Larra: Artículos de Costumbres. (Carta a Andrés, escrita desde las Batuecas por <<El Pobrecito Hablador>>. Primer tercio del siglo XIX).

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