He
aquí el titular del diario El País, al que se añade que “las
faltas de ortografía y de comprensión lectora abundan en la
Universidad”. “Los profesores se plantean si además de los
conocimientos deberían evaluar un lenguaje viciado por los SMS”.
¿Por
los SMS? Pues claro que no ayudan a la corrección ortográfica, pero
¿es que hace años no tomábamos apuntes usando la estrategia de la
“economía lingüística”? (Tb=También, Pq=Porque, X=Por, etc).
Y después, en el examen, no se nos ocurría poner tb... Además la
palabra del titular, “habrir”,
debería aparecer como “abrir”,
si de lo que se trata es de economizar fonemas. ¿Y el bajo nivel de
conocimientos de matemáticas, de geografía, de … ¿Por los SMS?
No. No es eso. Es que se han bajado los niveles de exigencia tanto
que nos hemos quedado con la ortografía, la sintaxis, la
comprensión... al aire. Que se nos ven las vergüenzas, vamos.
“Los
profesores reconocen que el panorama es desolador, pero pocos bajan
la nota de un examen por la ortografía y la expresión” (…)
¡Hombre, no hace mucho tiempo sí se bajaba la nota!
Y
en EGB y Bachillerato se pedían las libretas de clase para valorar,
además de la ortografía, la caligrafía, la presentación
(Márgenes, tachaduras...).
Vamos
a ver, amigos. Algunos recordamos – y no es añoranza de pasados
idílicos - que en este país, a los nueve o diez años, se hacía un
examen de “Ingreso al Bachillerato Elemental”. En dicha prueba
había, entre otras cuestiones, las correspondientes a las materias
instrumentales – matemáticas y lengua – y, en concreto, un
dictado en el que - si no recuerdo mal – no se podían tener más
de dos faltas de ortografía. Dictado capcioso, con toda clase de
dificultades y trampas del tipo: “Ahí
hay un hombre diciendo ¡ay!”
Las normas ortográficas
las memorizábamos y las practicábamos en cualquier escrito, pues
eran tenidas en cuenta en la nota global. Pero llegaron nuevas
teorías didácticas cargadas con las mejores intenciones, aunque no
siempre de razón y... ¡Fuera la memoria! ¡Las normas las tiene que
descubrir/deducir el niño a través de la experiencia y la
observación! ¡Muy bonito! Pero alguno lleva años esperando la
deducción. ¡Imaginemos que los alumnos de una autoescuela tuvieran
que deducir las normas de tráfico..!
“El
problema no es sólo de ortografía. También, o más, de prosodia.
Es decir, la organización de la sintaxis: los puntos, las
comas”...¡Bueno,
si hablamos de prosodia y de sintaxis...apaga y vámonos! ¡Y no
digamos si tocamos el tema del léxico! Estos profesores proponen,
ahora, que los alumnos hagan más redacciones.
Un servidor, como
alumno, hizo muchas redacciones y como maestro corregí muchas más;
en clase, los lunes, hacíamos una conjuntamente en la pizarra,
comentando los errores, las sugerencias de los alumnos, etc. Era el ciclo superior de la antigua EGB. La mayoría de los alumnos escribía bastante bien.
¿Por qué? Porque practicaban. A escribir se aprende escribiendo.
Bueno,
pues ahora nos encontraremos con médicos, ingenieros, profesores,
etc, que no sabrán distinguir el verbo haber del verbo abrir
“viciados
por los SMS”.
Y si un profesor no escribe correctamente – y los hay,
desgraciadamente, más allá de lo excepcional o anecdótico –
difícilmente podrá corregir a sus alumnos.
Nadie
está libre de los pecados ortográficos - o de otra índole
lingüística - pero una cosa es tener algún desliz venial y otra
es, como decía mi primer maestro, “merecer
la cárcel”.
Insisto,
no se trata de glorificar el pasado, pero tendremos que reconocer que
algo hemos hecho mal para llegar a esta situación. No todas las
reformas y cambios metodológicos han sido acertados o aplicados
correctamente.
Nuestro
sistema educativo “necesita
mejorar”,
en muchos aspectos y , a veces, tengo el mal presentimiento de que
hay personas a las que no interesa una enseñanza de calidad. Son
esos “gachós
trajeaos que viven de ná”
; o mejor dicho, viven de la ignorancia de los demás. Por ello, hacen todo lo posible para que estemos más pendientes de los
resultados de un equipo de fútbol que de los obtenidos por nuestros hijos
en la escuela.
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