lunes, 16 de septiembre de 2013

"CHÉRIGAN": UNA PALABRA ALMERIENSE. Por Alonso Martos.

"Chérigan" es un vocablo almeriense que da nombre a una tapa que podemos degustar en muchos de nuestros bares. 
 
Es difícil situar históricamente el origen de las tapas. Informaciones "wikipédicas" afirman que fue el rey Alfonso X “el Sabio” quien dispuso que, en los mesones castellanos, no se sirviera vino si no era acompañado de algo de comida, para evitar que se subiera rápidamente a la cabeza. En las ventas, eran frecuentes las trifulcas entre arrieros como consecuencia de los efectos del vino. Ya que “es un líquido tan sutil que se sube al púlpito del cerebro a predicar; pues de un cuartillo se va a siete y de siete a... siete mil (Así lo recitaba, al modo juglaresco, mi buen amigo: El Cañón de Overa)”.

Para que no cayeran moscas, mosquitos... en la jarra o copa de vino, se tapaba ésta con una loncha de jamón, rodaja de embutido, cuña de queso o un trozo de pan. De ahí su nombre: Tapa, porque tapaba el recipiente.

Hay quien sitúa su origen en tiempos más cercanos , aunque coincide en que su protagonista es otro rey. En una visita oficial de Alfonso XIII a Cádiz, éste se paró a descansar en un famoso ventorrillo y pidió una copa de vino. Habiéndose levantado una polvareda, el camarero tuvo la ingeniosa idea de colocar una lonchita de jamón en el catavinos real con la finalidad de que no entrara arena en el recipiente. A Su Majestad le gustó la idea, se comió el jamón, bebió el vino y pidió otro pero con tapa.

Aunque no sería descabellado pensar en su origen popular, pues en las dilatadas jornadas laborales , los trabajadores tuvieron la necesidad de ingerir una pequeña cantidad de alimento que les permitiera llegar a la comida principal.

En cuanto a su origen geográfico, tampoco faltan los atrevidos que lo sitúan en Almería o, ampliando un poco el marco, en Andalucía. Ya se sabe, con facilidad le damos nacimiento en nuestra tierra a lo que consideramos bueno o positivo, mientras desterramos con celeridad lo que no goza de estas cualidades.

Sea como fuere, nadie que haya pasado por el Sur negará la variedad y excelencia de nuestras tapas y el fomento de las relaciones sociales derivadas de la práctica del "tapeo".
 
Sin embargo, es probable que pocos sepan el origen del nombre de la tapa que nos ocupa: El "Chérigan".
Chérigan de jamón.
Y es que allá por los sesenta, cuando en Almería, que era “el Hollywood español”, se rodaban los “spaghetti western” y en el desierto de Tabernas algún sheriff perseguía a los forajidos, - o los indios y los vaqueros dirimían sus diferencias a tiro y flechazo limpio - había en el Paseo de nuestra capital una famosa cafetería por la que desfilaba lo más granado de la sociedad almeriense: El Café Colón.

También pasaban por allí los famosos actores y actrices que venían a nuestra tierra a rodar todos los “buenos, feos y malos” peliculeros habidos y por haber. Sobra decir que, en la tierra de la mujeres guapas, la belleza la ponían nuestras paisanas y los hijos de éstas, que para no dejarlas en mal lugar, se parecían a sus madres.

Como no podía ser de otra manera, los gringos daban buena cuenta de nuestros excelentes vinos y cervezas a las que, como es preceptivo en nuestra tierra, acompañaban sabrosas y exquisitas tapas. El cocinero, al que apodaban el sheriff, preparaba una tapa con una rebanada de pan de forma alargada a la que, después de tostarla y untarla con alioli o tomate, añadía atún, jamón, queso...Por su forma y quizás por el ambiente pistolero, dieron en llamarla “The sheriff gun” (La pistola del sheriff).

No tardaron mucho los almerienses de la época en poner la pistola en su funda y las cosas del lenguaje las resolvieron de pacífica manera llamando a la dichosa tapa como le correspondía en "nuestro andaluz": Chérigan.

He aquí una muestra más de la capacidad creativa e innovadora que siempre han tenido las distintas formas expresivas del castellano andaluz.
Y, llegados a este punto, confieso que me he quedado sin balas, que como las palabras , al final también se acaban; pero más vale que así sea porque, de lo contrario, los pesados nunca acabaríamos las historias. Hasta la próxima.
 

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